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Novia. La palabra que puede evocar imágenes tradicionalmente románticas, webs o tapas de revistas con chicas de blanco y sonrisas congeladas junto a titulares como “Encontrá el hashtag perfecto para tu casamiento” o “Tendencias 2017: la novia Coachella”. Pero detrás de la supuesta felicidad que conlleva el ritual de la boda como piedra angular en la construcción de la identidad femenina, por encima del casamiento como ritual retro-kitsch, y junto a la consagración del rol de esposa como clímax aspiracional, una enorme industria florece mientras intenta acomodarse a las nuevas tensiones de la vida en pareja.
Fotografía: Jazmín Tesone
04 de Agosto de 2016

Desde hace varios años la tendencia mundial viene siendo un descenso de las tasas de nupcialidad y un aumento de la edad promedio para contraer matrimonio. Como complemento, las tasas de divorcialidad son un indicador más complejo y varían de país en país, ya que por un lado el divorcio es un trámite costoso y largo -todavía- en algunos sitios y muchos prefieren ahorrárselo, y por otro lado, las separaciones son invisibles ante la ley.

En lugares como Estados Unidos (el país desarrollado con mayor tasa de divorcios) la tendencia se hace notoria y aparece fuertemente respaldada por la cultura y el cambio en los hábitos. En una encuesta publicada por la revista Time en el 2014, más de la mitad de los Millennial entrevistados admitía que habría que pensar en períodos de prueba para matrimonios. Tipo test-drive de la relación por si ésta no funciona con categorías como Presidencial(los votos duran por cuatro años, pero luego de los ocho podes decidir no reelegira tu pareja), Beta(períodos de prueba de dos años), Parejas Múltiples(casamientos con más de una pareja a la vez), y otras opciones que sólo el espíritu pragmático y customer oriented yanqui puede concebir. Signo de estos tiempos híperconectados y posibilidades para elegir.

Algunos hablan de un fenómeno rebote, como si el matrimonio como institución hubiera empezado a pegar la vuelta, y cierto retorno del conservadurismo en lo cultural y político fuera el nuevo aire impulsando las velas. O tal vez nunca se fue, y ahora sólo está más mediatizado, redes sociales mediante. La mayoría de los proveedores de servicios consultados para esta nota estiman que el promedio de edad de los festejantes oscila entre los 28 y 30 años, si bien algunos detallan que aún se pueden ver novios de 25.

Algunos aggionarmientos que ha sufrido la institución matrimonial en este baile gatopardista de supervivencia van desde el divorcio express al aumento de LATs (otra exportación yanqui, las siglas responden a Living Apart Together, convivir pero separados) en nuestro país. A su vez la ley, siempre más lenta que la cultura, comenzó a amoldarse a la realidad con la reforma del código civil de 2015, que posibilitó el divorcio de manera más rápida y determinó que la fidelidad no sea deber conyugal ni el adulterio causal de divorcio.

En cuanto a los números, tanto las estadísticas de la Ciudad como de la Provincia de Buenos Aires señalan un descenso generalizado de la nupcialidad. La tasa de mujeres que contraen matrimonio discriminadas por edad en Ciudad de Buenos Aires de 1980 al 2015 exhibe un claro aumento de la edad media de casamiento. El fenómeno puede verse tanto en la franja crítica de los 30-34 como en la de 25-29. Si comparamos los números por sexo, en los hombres se aprecia todavía más esta tendencia de corrimiento hacia edades más tardías. No sería descabellado pensar que aquí las expectativas culturales juegan de otra manera. En lo que es tasa bruta de nupcialidad (cada mil) en la CABA, mismo período, se ve un marcado descenso: de 6,1 en 1980 a 3,8 en 2015. En lo que respecta a la provincia, según la Dirección Provincial de Estadística el ritual también va en baja, con cantidad total de contrayentes por municipio descendiendo del 2010 al 2014 (de un total de 48.976 a 44.336 en 2013).

a todo culo

Desde hace al menos una década, en EEUU se habla del wedding complex o la megaindustria detrás de las bodas. Se trata de un conglomerado de servicios orientados a proveer todo lo necesario (y mucho más que no lo es) para el gran día. Será tal la psicosis desatada por la creciente megalomanía del festejo que el término Bridezillas, en relación al ensimismamiento y la locura de las novias en este proceso, ya se ha vuelto parte de la jerga y el imaginario -apropiadamente explotado por Hollywood en reality shows como Bridezillas o Marriage Boot Camp: Bridezillas, por citar algunos.

Lenta pero segura, la sustitución de importaciones está en marcha: “Casarse es caro. El mínimo vital y móvil de un casamiento es mil pesos por persona entre salón, catering y DJ. Aparte ambientación, cotillón, vestido, peinado, maquillaje, luna de miel, filmación. Nosotros tenemos pensado invitar a 300 personas. La presión social juega un papel fuerte. El casamiento es una inversión y hay que apostar tanta plata a una fiesta. A medida que uno empieza a involucrarse van apareciendo más ideas y la presión psicológica aumenta, cuenta Florencia que asume sin tapujos ser rosa, y cuenta que de chica le leyeron el cuento de happy ever after y eligió, como tantas otras, creerlo porque le sonó feliz.

Si la idea del matrimonio está más cerca de un cuento que de una realidad, parece inevitable preguntarse por el sentido estratégico no sólo de realizar la fiesta, sino de maximizar la celebración. En un contexto de evidente crisis institucional (lo muestran las estadísticas locales y la tendencia mundial), la sobrecarga simbólica y el clímax experiencial aparece como forma para vender el ritual a las nuevas y sobreestimuladas generaciones, operando también como afirmación colectiva de pertenencia y demarcación socio-afectiva burocrática.

Enunciados como “en un primer momento queríamos hacer una fiesta muy sencillao “nos dijimos no gastemos demasiada plata, algo tranqui, suelen sobrevolar los relatos de parejas, antes de ser devorados por la gran maquinaria nupcial. Sólo para dar una idea de los costos, mientras que una boda pequeña puede rondar los cien mil pesos en temporada baja (y estamos hablando de una celebración realmente chica), el promedio para una boda mediana (unos 100/150 invitados) está más cerca de los 200 mil mangos. Un rápido repaso por los servicios estándar requeridos en estas ocasiones y sus costos, sonrojaría a cualquiera; por ejemplo, ambientación para una fiesta de 200 invitados en un salón que incluya servicios como resaltado de la mesa principal, decoraciones colgantes, Photo Booth y productos luminosos puede rondar al menos los 50 mil pesos. Y esto sin contar el morfi (a veces los salones ya tienen convenios con proveedores que no le dejan más remedio a los novios que contratarlos), el vestido y las fotos/video, algo indispensable en tiempos redsocializados y si se quiere que la fiesta sea (o parezca) un éxito. En este aspecto, los valores también varían según la temporada y van de los 24 mil a 40 mil pesos si se incluye registro fotográfico de la ceremonia civil y fotolibro.

Los vestidos empiezan en los 10 mil de piso y sigue subiendo hasta valores insólitos. Algunos adelantados vieron el negocio y empezaron a comprar vestidos afuera (por lo general a proveedores chinos) y venderlos acá; otros fundaron casas de compra-venta de vestidos usados de novia (¿existe algo más sub-utilizado que un traje de novia?). La modalidad bolsillo-friendly que se ha puesto de moda en tiempos de crisis es entonces comprar vestidos usados para hacerles algún retoque y, a su vez, vender el propio terminado el circo, en un guiño más que certero respecto del carácter efímero de ese día. En pareja desde el 2001, Laura decidió casarse en el 2012 y finalmente llevó a cabo la boda en el 2013. “¿Por qué? Si así estamos bien" había sido la pregunta en su momento. “Vivíamos juntos, estábamos pagando el crédito de nuestro departamento, disfrutábamos de viajes. Yo misma había dicho varias veces, antes de gastar plata en una fiesta me voy de viaje por el mundo. En efecto, lo que puede costar un vestido de novia equivale o supera el costo de un pasaje a Europa en temporada alta.

La gente se pone igual de boba con los casamientos que con la llegada de un bebé y se gasta mucha plata con todo. Los proveedores se aprovechan. Lógicamente este mercado existe porque hay gente que lo paga, que lo elige. Nosotros fuimos unos de ellos, confiesa Yasmín, casada hace dos años por civil y por templo, quien comenzó a preparar su boda con mucha anticipación aunque esto no bastó para ahorrarle los picos de estrés.

El mercado se acomoda a la demanda, y la fiesta, cada vez más escenificada y tecnificada, ya no es sólo para los novios: padres, hermanos, primos y amigos también tienen un rol fundamental. Es la fiesta de la familia, explica un wedding planner. Pocos rituales parecen concentrar tanta expectativa e intensidad en una noche como el de la fiesta de casamiento, una instancia pensada como antesala de lo que será la nueva vida de la pareja, pero también como aliciente necesario para dar el gran paso. La idea de reviente desaforado y casi catártico será tal, que ni lentos ni perezosos algunos empezaron a ver el negocio de refilón y exportarlo.

La Falsa Boda, mezcla de obra de teatro y fiesta, promete diversión seriada y disponible al módico precio de 600 pesos por asistir a una boda, vestirse de gala, bailar y celebrar con amigos como si estuvieras yendo a un casamiento real. No sólo se simula la fiesta, también la celebración civil con vestido y juez en frente de los presentes. Los responsables cuentan que cada ciudad tiene una narración diferente que se arma y se difunde por las redes previamente. El formato ha dejado de ser una anomalía vernácula y ya llegó a Moscú. Además de realizarse en Capital y el interior, planean exportarla a Uruguay, Brasil y otros países.

El nivel de barroquismo llegó a tal extremo que la ambientaciónse ha vuelto el gran fetiche, en una oximorónica búsqueda de originalidad al realizar uno de los rituales sociales más ubicuos. Llama la atención que este rito de pasaje requiera de una preparación escenográfica tan intensa. Observamos una tendencia hacer eventos con mucho foco en generar distintos espacios, situaciones y sorprender constantemente. No creemos que sean cada vez más grandes en cantidad de invitados pero sí en cuanto a puesta en escena, confiesa una de las socias de una firma de ambientaciones consultada. La elección de la frase puesta en escenaaquí no parece casual: shows láser o de lluvia, cajas de fotos, caricaturistas, máquinas de pochoclo, cantantes en vivo, flashmobs, sitios webs especialmente diseñados, video-invitaciones, lluvia de papelitos, las opciones se multiplican al ritmo que los ceros se suman a la cuenta final.

Por orto lado, existe toda una gama de servicios que ofrecen bodas temáticas, con celebraciones que se rigen por una línea conceptual o artísticay escalan desde ahí: bodas ambientadas como un selva, como una playa o como tu libro o película favorita. Cada vez más los novios se quieren diferenciar y destacar. Buscan ideas originales, cosas no vistas, en lo posible únicas, explica otra empresa proveedora de cotillón y extrasde ambientación. El total sólo en ambientación en algunas bodas puede alcanzar los 75 mil pesos.

bailes de los esposos

Cada vez es más habitual que las parejas vivan juntas unos años antes de decidir formalizar la relación, cuando esto sucede. Según datos locales recientes, las parejas que conviven se cuadriplicaron desde los ochentas y más del 60 por ciento de los chicos porteños no tienen padres casados. Aún así, muchos deciden formalizar por una cuestión puramente burocrática. Lo cierto es que mientras los hijos tienen los mismos derechos, no es así con las parejas si la unión no está legalizada. Por eso los abogados recomiendan casarse para poder tener derechos. Las parejas que eligen evitar el registro civil pueden tramitar la unión convivencialque no es equivalente al viejo certificado de concubinato (que debía ser renovado regularmente para tener validez y era un dolor de cabeza para las parejas no casadas), y que sólo equipara algunos de los derechos del matrimonio.

Este componente legal agrega un condimento interesante a la decisión de sucumbir ante la tradición, ya que por un lado termina cristalizando la noción del matrimonio como un trámite (“en lo burocrático siempre nos faltaba cómo demostrar que éramos pareja, ante el banco, ante el trabajo, ante la obra social), y por otro pone de manifiesto el vínculo subyacente entre Estado, familia y propiedad, según lo expone muy claramente el propio contrato matrimonial -obviedad que pasa desapercibida. ¿Cómo se articula este carácter práctico con la estetización del ritual? ¿Qué otros aspectos están siendo reglados o intervenidos al habilitar al Estado como mediador en una relación entre dos personas? ¿Es posible pensar que las connotaciones culturales que conlleva esta institucionalización del amor, no inciden en el modo en que pensamos las relaciones de pareja, y también las familiares?

Dos personas pueden haber compartido su vida y no tener derecho a heredar tras la muerte del cónyugue, o aquellos que desean heredarle a personas que no pertenezcan a su familia sanguínea, por ejemplo amigos, sólo pueden dejarles un 33 por ciento. Sería naive no preguntarse qué tipo de modelos y entramado social promueven estas leyes (y las políticas que las sustentan), y más ingenuo aún pretender que son tan inocuas como una simple firma en un pedazo de papel y un puñado de arroz arrojado al aire.

En algunos países como Francia ha habido algunos experimentos para las parejas hetero como han sido los PACS (pacte civil de solidarité), uniones civiles para aquellos que se oponen ideológicamente al matrimonio pero quieren los beneficios. Este es uno de los pocos lugares de Europa que permite uniones civiles entre heterosexuales (en el 2010 se registraban dos Pacs cada tres matrimonios), una opción pensada en un comienzo para parejas gays que terminó “prendiendoentre parejas de distinto sexo por la simple razón de que es la única manera de quedar protegidos.

Aún en este marco de necesidad una porción minoritaria de la comunidad LGBT se ha opuesto al matrimonio gay tanto sobre una base conceptual como de un deseo explícito de no participar de la creciente mercantilización del tema. En lo ideológico, se explica que el nuevo matrimonio gay va en contra del espíritu que muchos dentro de estas minorías históricamente han defendido: la aceptación de relaciones románticas, sexuales y familiares más fluidas, no institucionalizadas, y lo que es más interesante aún, menos influías por los imaginarios tradicionales (el para siempre, la media naranja). En lo económico, los lugares que aprobaron la legislación que habilitaba las bodas gays vieron una suba casi inmediata en el sector de la industria nupcial, que se apresuró a incluir en las revistas anuncios para parejas del mismo sexo y servicios gay-friendly (el estado de California fue uno de los primeros favorecidos, con un crecimiento estimado del sector para este 2016 de 492 millones de pesos).

Como la autora Nancy Polikoff explica de modo elocuente en su libro Beyond (Straight and Gay) Marriage, la cuestión es más profunda, y tiene que ver con analizar el impacto integral de un régimen que excluye en lo legal y cultural. La búsqueda de igualdad en los derechos del matrimonio ha oscurecido un problema más fundamental con la ley. El régimen es una línea que divide las relaciones que importan de las que no, y esto no debería suceder .

Así, esta ceremonia funciona como articuladora de modelos, creencias y expectativas. Una editorial reciente de Megan Garber en The Atlantic, reflexionando sobre la histórica portada de Newsweek que proclamaba que era más factible ser atacada por un terrorista que encontrar marido pasados los cuarenta (una estadística luego retractada), da en la tecla al plantear que más que una institución social, más que un arreglo económico o el núcleo atómico en el centro de la familia nuclear, el matrimonio es algo aspiracional, una marca de “éxito social, por más que Garber enfatice que la mayor problemática pasa por la presión ejercida sobre las mujeres con su reloj biológico, y no tanto con la idea misma del matrimonio. No nos engañemos, que el matrimonio ya no sea arreglado (en gran parte del mundo desarrollado) y se vea como una eleccióny no algo por default, no implica que no haya más nada para discutir en términos de lo que moldea y condiciona esa elección.

Quizás la problemática resida en que todavía haya que seguir dando explicaciones si una no está casada en el tiempo y forma estipulados; o que todavía nos maravillemos ante la noción de que se puede ser soltero y ser feliz, como se plantea en un video viral titulado Can Single People Be Happy? donde distintos especialistas certifican que sí, efectivamente se puede.

Al parecer, este memo no les llegó todavía a los organizadores de fiestas. A la cultura tampoco. Aplicar nuestra creatividad al plano relacional -la misma empleada en crear las bodas más originales o personalizadas-, pareciera hoy casi una utopía. Y sin embargo, no podría ser un mejor momento para hacerlo. Propongo dos puntapiés iniciales: reflexionar acerca de la dificultad que existe para concebir y experimentar formas no regladas estatalmente; y descifrar cómo una ideología clásica del romance termina no sólo moldeando las proyecciones individuales, sino además alimentando todo un negocio. No ser carne de cañón de la cultura, o el mercado, podría ser uno de los mayores desafíos en esta temporada nupcial que ya se empieza a anunciar desde las revistas de tu diariero amigo.

 

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