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cristo vence la cuarentena
Hoy se cumplen 67 años del golpe de Estado de 1955 contra Juan Domingo Perón. Poco antes los militares habían regado con bombas una Plaza de Mayo cubierta de peronistas. Para revisitar ese episodio clave en la historia argentina se filmó un documental con imágenes inéditas y entrevistas a los protagonistas de ambos lados de la grieta. El film fue terminado en 2016 pero la gestión de Cambiemos se negó a estrenarlo. Ahora llega a las pantallas de Cont.ar, justo a tiempo.
16 de Septiembre de 2020

 

El 16 de junio se estrenó Cristo vence en la TV Pública, un documental sobre el golpe de estado de 1955 en Argentina. El estreno en cuarentena puso de manifiesto un retorno de los relatos estatales sobre nuestro pasado político. ¿Volvieron mejores? Terminada en 2016 y nunca programada, la película puede verse como un coletazo del impulso narrativo iniciado en ocasión de las conmemoraciones por el Bicentenario de 2010 que inauguró el kirchnerismo durante su apogeo. Durmió en los anaqueles televisivos del gobierno de Mauricio Macri hasta que un día fue exhumada, justo cuando se cumplía otro aniversario de las Fuerzas Armadas bombardeando la ciudad de Buenos Aires, a sus civiles y a su gobierno. Quien no supo que la película estaba lista hace cuatro años, podría sospechar que fueron rápidos los reflejos historiográficos del albertismo y su flamante administración. Pero no.

Justo cuando vemos exacerbarse una crisis agudizada por la pandemia, sale a la luz este documental que con imágenes inéditas por momentos nos deja casi a solas con el instante del peligro, con lo inesperado de la leyenda: del Perón faraónico domando de a poco la inflación, ganando por paliza elecciones y saturando de doctrina la porosidad social, a la furibunda ofensiva opositora que terminaría ganándole la calle y mandándolo a un largo exilio de dieciocho años.

 

el punto ciego de la historia

Un aviso publicado en el Boletín Oficial en julio de 2015 revelaba que el ganador en la categoría “La tragedia sufrida por los argentinos en el año 1955” (sic) fue el proyecto Bautismo de Fuego. Los derechos de reproducción nacionales quedaron para el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) pero nunca fue programada. En el exterior se la llamó del mismo modo que el proyecto original –Baptism of fire–, en referencia a los bombardeos de junio que, además de la matanza de civiles, tuvieron el triste mérito estadístico de convertirse en el primer abatimiento en la historia de un avión en toda América. Aquí, sin embargo, se lo llamó Cristo Vence, un desliz conceptual que desplaza la atención de junio de 1955 y el bautismo de fuego de la aviación militar argentina bombardeando a civiles, a septiembre del mismo año cuando las cruces encima de las “v” aparecieron en pintadas y se concretaron las últimas operaciones para el golpe de Estado.

Imposible no vincular esta peli con la decisión estatal de producir historia. Para eso tenemos que remontarnos al período de festejos que se extendió desde 2010 hasta el 2015, después de que Cristina Fernández de Kirchner creara la Unidad Ejecutora Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810-2010, una dependencia de la Secretaría General de la Presidencia que se hizo cargo de la coordinación y la financiación de los festejos. Todo estuvo a cargo del productor de espectáculos Javier Grosman, quien la dirigió hasta diciembre de 2015.

Imposible no vincular esta peli con la decisión estatal de producir historia, después de que CFK creara la Unidad Ejecutora Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810-2010, una dependencia de la Secretaría General de la Presidencia que se hizo cargo de la coordinación y la financiación de los festejos.

“2010 es el año en que nos volvimos historiadores audiovisuales”, dice Francisco Alcaro, director de Cristo Vence. “No es una narrativa que quería hacer yo, era el INCAA con ganas de contar algo; entonces no es algo que haya elegido en primera persona. Estoy acostumbrado a hacer trabajos por encargo, es la naturaleza de nuestra productora. Había que hacer algo sobre el bombardeo del 55, entonces elegimos arrancar con el ascenso de Perón y terminar con la Revolución Libertadora. A mí me parecía interesante ese devenir, era fundamental poner la Segunda Guerra Mundial. No es naif que al inicio del segundo capítulo pase un bombardero estadounidense tirando bombas. Lo filmamos en 2015, lo terminamos de montar en 2016 y se estrenó ahora”.

El director continúa:La vocación narrativa del kirchnerismo en este caso implicaba que Tristán Bauer proponía un mapping histórico, Javier Trímboli mandaba y mandaba data, y nosotros retocábamos. Mostrar la historia no es contarla, requiere de mucha síntesis, tiene que ser liviano y efectivo. Me acuerdo que el 23 de mayo de 2010 fuimos a Olivos a mostrarle a Cristina una proyección que se haría sobre el Cabildo en miniatura con la historia argentina en imágenes en cinco minutos. Probamos todo mil veces. Entonces fuimos al microcine. Llovía. Cristina miró y pidió un solo cambio: que el juicio a las juntas se viera algo mejor. Las lecturas posteriores del espectáculo fueron cualquiera: llegaron a criticarnos que pusimos a Alfonsín de espaldas”.

Sobre la selección de los testimonios le preguntamos a Oriana Castro, productora del film: “Hicimos un trabajo de producción periodística por muchos meses, buscando dar con una gama de testimonios lo más amplia posible de testigos, médicos y participantes directos de ambos lados. En el caso de los pilotos y los comandos civiles todo fue muy complicado, muchas veces llegábamos por familiares o amigos a una pista sobre un participante dispuesto a dar testimonio que nos atendía una vez y luego ya no nos contestaba el teléfono. Solo Florencio Arnaudo (un comando civil que brinda un  testimonio esencial en la película: ‘Lo mejor que he hecho en mi vida fue tratar de eliminar a Perón’) estuvo dispuesto a darnos la entrevista y nos dedicó muchas horas. Pero la voz de estos personajes la termina dando el material de archivo de los noticieros de la época, que post golpe de 1955 se convirtieron en la voz de la dictadura”. 

Pivoteando entre imágenes vivas del pasado y testimonios de algunos protagonistas, Cristo Vence nos transporta a la ardiente polarización de los cincuenta con variadas muestras del nervio callejero: los entreveros en las puertas de la catedral en plena ofensiva del Corpus Christi, el vapuleado local de la UCR ardiendo por vez primera, los muertos y heridos, las iglesias del microcentro en ruinas, las miles de antorchas blandidas en el funeral de Eva. Si imaginar es poner en imágenes, el documental imagina sensiblemente aquellos días. Nos acerca la experiencia de quienes tuvieron voluntad de incidir en el curso de los acontecimientos pero también algunos instantes fugaces y esquivos, como la desconcentración del multitudinario cabildo abierto del justicialismo de 1951 o el rostro de desconcierto y espanto de quienes veían estallar las bombas aquel 16 de junio aciago. Imágenes indeterminadas de un drama en el que por momentos relampaguean ciertas verdades constitutivas de las identidades políticas argentinas.

 

la sangre de cristo

La escena de Macri junto a un puñado de sindicalistas inaugurando un monumento a Perón ahí nomás del Ministerio de Defensa en plena campaña proselitista de 2015 fue un poco bizarra, en tiempos donde la tendencia es abandonar la monumentomanía y entregarse a los lenguajes visuales. Del mapping al meme, lo digital abraza el frío mármol, las luces se incrustan en el duro revestimiento de los históricos edificios para garabatear formas y discursos en mayúsculas y minúsculas todo el tiempo que dura el espectáculo. Se vio en los festejos de los bicentenarios, se ve cuando los sponsors ocupan el espacio público. La reelaboración del imaginario urbano posterga la solemnidad en función del espectáculo. Lo mismo empieza a pasar con las propias acciones de lucha callejera. Como si viviéramos en un gran feed de Instagram que alguien va moviendo con su dedo y que con alguna efeméride se puebla de alusiones.

Ya es un lugar común comparar los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo en 2010 y la conmemoración del Día de la Independencia en 2016: el bicentenario caro, festivo, hipermasivo del kirchnerismo versus la gala de elite austera y solemne de Cambiemos. Vale decir que en 2010 se presentaba como una novedad la proyección 3D sobre el espacio público. Esa fue la principal atracción. Mientras que en el 2016 ya era común y corriente. La narrativa recordatoria del macrismo evitaba el conflicto y mostraba un camino desprovisto de chispazos de la historia, a tono con las truncas aspiraciones desarrollistas del gobierno cambiemita. Por el contrario, Cristina Fernández recuerda en su libro Sinceramente que sobre los actos de 2010 las críticas de los medios hegemónicos no se hicieron esperar: criticaron, como siempre, el costo de los festejos. O el contenido del mapping donde, supuestamente, recortábamos la historia”.

El destino del país no depende de la creativa en el diseño digital. Es cierto que el trabajo con las imágenes cobró mayor relevancia desde que existen los celulares con cámara y que la divulgación pone a prueba su plasticidad para captar la saturada retina ciudadana. Ejemplos de estos esfuerzos podrían ser los sampleos históricos o las efemérides. Jóvenes manoseando las fotos, como queriendo reanimar la relación pasado/presente en el infernal ecosistema de los bits, con el pecado capital del anacronismo como recurso.

Ya es un lugar común comparar los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo en 2010 y la conmemoración del Día de la Independencia en 2016: el bicentenario caro, festivo, hipermasivo del kirchnerismo versus la gala de elite austera y solemne de Cambiemos.

“Los historiadores usarán el cine, el video e Internet para crear un nuevo imaginario histórico que nos mostrará a todos, al fin, que la historia es una cuestión de conexión personal y emocional con lo que ha ocurrido antes”, advertía al filo de este siglo el historiador Robert Rosenstone. Una cita que acicatea el conservadurismo de algunos claustros, mientras las pantallas nos confirman el encierro. Así lo ve el director de Cristo Vence: “Cuando hacíamos la búsqueda de archivo era espectacular: materiales hechos después del bombardeo que nosotros mezclamos para hacer más confuso todo. Compramos un montón de revistas y diarios de junio a diciembre del 55 y están mezclados: ¿cuál es la verdad? Ya sabemos que la realidad es una construcción, el rol que juegan los medios y los documentales son parte de ese juego. No existe la verdad, se construye”.

En el tiempo de la peste, Cristo Vence hace un aporte visual y narrativo para imaginarnos aquel año clave en la historia de los antagonismos furibundos. Se estrena en medio de una convocatoria a la unidad nacional que va desmoronándose rabiosamente con el correr de la crisis. Alguien quiso que no veamos en 2016 esta película. Mirarla ahora (gratis, en la plataforma Cont.ar) es una invitación a ubicar el pasado en ese territorio donde realmente habita, el de unos recuerdos del presente que cada vez se tornan mas inquietantes.

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