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no es una vaca cualquiera
En el barrio Nuevo Alberdi, noroeste rosarino, un grupo futurista resiste el desalojo del último tambo urbano, mientras proyecta una iniciativa política que es hoy la tercera fuerza electoral, después del socialismo santafesino y del PRO comandado por Del Sel. Dos referentes del Frente Ciudad Futura hablan de la lucha contra unos poderes financieros recargados, escurridizos y patovicas. Y de cómo se boceta una metrópoli distinta, en el corazón sojero de la patria neoliberal.
16 de Septiembre de 2016

Rosario, inesperada capital del pensamiento neoliberal gracias a la Fundación Libertad, es una ciudad particularmente sensible al cambio de coyuntura. La voracidad empresaria parece desbocada. Los agentes de la especulación inmobiliaria despliegan una nueva fase de ataques en los territorios, expresada en el intento de destruir algunos sitios emblemáticos de otras formas de producir, intercambiar y relacionarse. En ese escenario, la defensa del Centro Cultural La Toma frente a las amenazas de desalojo y la victoria de la Asociación Empleados de Comercio en la lucha por el derecho al descanso dominical, son signos locales de la aparición de una nueva generación política. Entre esos signos se destaca la experiencia del tambo La Resistencia del Frente para la Ciudad Futura (FCF).

la tierra no prometida

El tambo de Oscar Lacera es una suerte de aleph de los conflictos urbanos de la última década. En el año 2007 Lacera firmó un falso comodato a favor de la empresa Cimar S.A. y con ese papel fraudulento se evaporaron sus derechos sobre las siete hectáreas en las que se asienta la fábrica de leche, la única que queda en Rosario. Las vaquitas que se desperezan en ese pastizal bloquean un gran proyecto inmobiliario ideado para poblar las últimas 250 hectáreas urbanizables de la ciudad. Por eso, La Resistencia constituye para Ciudad Futura una barrera política al avance de la rapacidad empresaria sobre las familias que viven en la zona y sobre el resto de ciudad. Según el concejal Juan Monteverde, como dicen los zapatistas, es la lógica de la cuarta guerra: lo que tiene de diferente con las guerras anteriores es que los bandos en pugna comparten el territorio y que la pelea es por destruirlo y volverlo a construir con otra lógica.

La orden judicial de desalojo que debía cumplimentarse el último ocho de septiembre no fue la primera que enfrentaron. En 2012 tuvieron que acampar frente a la Municipalidad para impedir la expulsión. Tiempo después la Legislatura provincial sancionó la Ley 13.334 que frenó los desalojos rurales en territorio santafesino, y en agosto de 2013 el FCF logró, a partir de un fallo de primera instancia, que el tambo fuera amparado por dicha normativa. Actualmente sus mil litros de leche diarios son vendidos a menos de la mitad del precio de mercado, gracias a la intervención de los militantes en algunos eslabones de la cadena de producción y comercialización de lácteos. “Una periferia productiva y sustentable es posible”, aseguran.

En los primeros meses de este año la Cámara de Apelaciones revocó el amparo y se libró una nueva orden de desalojo para el mes de abril, que poco después fue suspendida. Los desarrolladores no se quedaron quietos: una patota irrumpió en los containers donde viven los trabajadores del tambo poniendo de manifiesto que la ofensiva patronal también se libraría cuerpo a cuerpo. Si no alcanza con la justicia, hay apriete. “Hubo un cambio en los actores del sector privado. Los dueños de la tierra en Nuevo Alberdi necesitaron aliarse con otros poderes de la ciudad para equilibrar un poco la correlación de fuerzas. Y en ese camino aparece, en el último tiempo, la asociación del sector inmobiliario con grupos como el diario La Capital”, dice Monterverde y recuerda la seguidilla de artículos recientes del periódico rosarino.

La suspensión del desalojo en abril desembocó en una serie de audiencias entre las partes, con intervención del estado municipal. En agosto ese diálogo fue interrumpido por los grupos empresarios. Entonces, se instaló con fuerza que el ocho de septiembre se concretaría el desahucio del tambo. Para el miércoles siete el FCF convocó a un Festival y vigilia, en un llamamiento a la resistencia pacífica. El plan era defender la tierra, habitándola. Pero el martes seis, un sorpresivo fallo unánime de la Corte Suprema de Justicia provincial admitió el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la decisión de la Cámara.

De golpe, el conflicto tomó otro rumbo y el festival se convirtió en el festejo de una “victoria colectiva de la gente común”, aún si la Corte todavía debe expedirse sobre la cuestión de fondo del litigio. Al día siguiente, la Intendencia hizo flamear otra bandera blanca y presentó un nuevo proyecto de ordenanza para urbanizar la zona, que altera una ordenanza urbanística previa muy cuestionada (la del Parque Habitacional Bouchard), aunque no la deroga. La iniciativa oficial fue bien recibida por Ciudad Futura: “en este proyecto hay un rasgo diferente de los que han enviado otras veces. Cualquier privado que quiera desarrollarse en la zona va a tener que dejar las compensaciones en ese lugar. Se garantiza de alguna manera el derecho de que las familias que viven ahí se queden y se recupera algún porcentaje de tierra para algún otro tipo de política pública como pueden ser Mi Tierra Mi Casa, para sectores medios”, pronostica Caren Tepp, también Concejala por el FCF. La discusión no está cerrada, pero ahora se debate desde otro piso.

El conflicto por el Tambo ha trascendido a la disputa por tierras que involucra a los vecinos del lugar junto a los militantes de un lado, y a los empresarios del otro. En las últimas semanas el diferendo se convirtió en una problemática de interés común: qué modelo de ciudad proponen los desarrolladores, quienes y cómo toman las decisiones. Elementos políticamente heterogéneos asumieron el derecho del Tambo a existir como una causa apoyable. Mucho tuvo que ver la capacidad que ha tenido el FCF para “universalizar” el reclamo.

Durante los últimos meses, las zonas rosarinas en las redes sociales estuvieron al rojo vivo. Ciudad Futura trabaja intensa y específicamente el territorio virtual, modulando sus enunciados y visualidades hasta alcanzar una enorme elocuencia. Los apoyos a su causa diseñaron un colorido y estridente patchwork: gente suelta que aportó la selfie, formaciones partidarias como Nuevo Encuentro, concejales del Frente para la Victoria, Iniciativa Popular, Patria Grande, la UCR Radicales Progresistas (aún integrantes del Frente Cívico y Social), sindicatos, centrales sindicales (CTA y CTEP), la Federación Agraria Argentina, las Madres de Plaza de Mayo y colectivos de lo más diversos. Hasta TECHO adhirió. Rara avis para una lógica política, la argentina, cuya partidización inconsciente dificulta los movimientos amplios que escapan a la torta de la acumulación sectaria. Está por verse ahora si el FCF puede traducir esa “generalización” en nuevas articulaciones con la multiplicidad de los actores, cómo el hashtag #laresistenciasomostodos puede alumbrar una cartografía posible de alianzas.

En ese marco, Tepp lee el conflicto en lo que tiene de tendencias políticas a futuro: “Quizá parece grandilocuente pero creo que en el hecho que los grupos económicos se tengan que asociar a otros actores de la ciudad, hay una clara disputa por el poder. La disputa política que nosotros damos por quién toma las decisiones en la ciudad, qué fisonomía toma, también la están dando ellos. Hay una disputa de los dos lados por el 2019. De alguna manera, nosotros y el poder privado somos los únicos que tenemos una estrategia propia. El resto se pierde”.

paralelas que se tocan

Como forma de ablandar la geografía dura de la protesta social, Ciudad Futura ha logrado ofrecer una logística que permite a quienes deseen participar llegarse hasta las tierras en disputa de Nuevo Alberdi. El 7 de septiembre, más de una decena de micros en las inmediaciones del Tambo certificaron la iniciativa. Monteverde explica: “La gente conoce Puerto Norte, pasa todos los días y ve el asentamiento y ve la torre. Es muy fácil ver el contraste. A Nuevo Alberdi no llega nadie. Por eso la importancia de que haya venido toda esa gente al acto ahí, no enfrente de la Bolsa de Comercio”.

Durante los últimos años, en Rosario, se ha ido produciendo una remodelación de lo que podríamos llamar las “estéticas de la confrontación”, más o menos revulsivas, más o menos festivas, que han caracterizado las formas de manifestarse de los movimientos y organizaciones de izquierda en Argentina. Se percibe un desplazamiento, en absoluto unívoco, hacia otros discursos y dramaturgias dirigidos a una ciudadanía, por así decirlo, promedio. En ese aspecto, el repertorio del FCF fue florido: militantes encargados de organizar los autos que llegaban, gacebos con comida, remeras, gorras y pins a la venta, globos inflados con helio, drones. Lejos del modo “atrincheramiento”, común a los procesos de resistencia de este estilo.

En el montaje de la protesta realizada en el Tambo aparece una estética que podríamos llamar de paralelización. ¿De qué? De los modos dominantes en los eventos corporativos, en el mercado, o en agrupamientos políticos de otro signo. Más que un estado dentro del estado, o un ejército frente a otro, flota la impresión de otra ciudad al lado de la existente, con la que se toca y conecta. Según Juan Monteverde: “No solamente le digo no al barrio privado, sino que soy capaz de otra cosa. Así como el mercado es capaz de materializar su utopía, nosotros también podemos mostrarle a la ciudad que lo nuestro funciona. Porque si los que estamos de este lado siempre decimos ‘no’, entonces no somos capaces de mostrar cuál es otro modelo posible. De ahí sale el nombre ‘Ciudad Futura’, de cómo mostrar en un territorio concreto esa ciudad que queremos para mañana”.

el tao al Concejo

La corporación política, la clase política, o “los políticos”, son modos de nombrar un conjunto que, más allá de las disputas ideológicas, tiene intereses y lógicas propias. De su actual experiencia como concejal, Tepp resalta el internismo tanático de la representación política. “Cada vez que uno se acerca más a las instituciones del estado ve, y te da mucha indignación, cómo han convertido la política en una negociación. Pero ni siquiera en el peor de los sentidos, el de la corruptela, sino de querer convertir el consenso en una gran compra-venta de autos usados. Yo te pido cien pero me bajo hasta cincuenta, y el otro ofrece veinte pero sabe que sube hasta cincuenta”, describe.

Habría tres modos de afrontar esa realidad casi de cemento que es la política como arte del juego internista: la evacuación de esos lugares, la testimonial (llegar para denunciar, sin eficacia), o la anfibia. Ciudad Futura parece experimentar este último camino, haciendo jugar territorios e instituciones, movimiento y partido, redes sociales y diálogos de palacio y aspira a provocar en la política representativa rosarina alguna dislocación. “No es que nos negamos a la negociación política, pero se puede ceder en lo accesorio y no en lo central. Eso reafirma cómo se producen los cambios, cuál es el rol de las instituciones y cuál el de la calle. Si no hay este tipo de conflictos legítimos, que obligan a avanzar, que obligan a poner en tela de juicio determinadas cosas, no hay manera de generar cambios medianamente estructurales de la ciudad. Porque las instituciones de la democracia están muy lejos de cualquier tipo de debate estructural”, arriesga Monteverde.

Esa conflictividad, por su parte, asume un estatuto específico en la estrategia del FCF: “La política es conflicto y vive del conflicto pero tampoco puede vivir en conflicto permanente. Su quehacer es resolverlo. Si uno pretende generar una nueva política y una nueva sociedad no puede estar en conflicto permanente. Esa es la diferencia entre ser una alternativa política o un mero fenómeno social, una resistencia permanente: encarar cada una de las peleas desde la perspectiva de gobernar”.

el arte de la guerra

Por decisiones propias y ajenas, el socialismo rosarino ha entrado en un terreno complicadísimo que pone en riesgo su continuidad en el gobierno de la ciudad. El abismo de la inseguridad amenaza con llevárselo puesto. A veces parece desorientado, como abombado, indeciso entre volver a las posiciones progresistas o lanzarse a un todo o nada por el camino punitivista. O bien ejerce una cínica división del trabajo político en su interior: algunas figuras y mandatarios invocan las tradiciones de inclusión y contención, mientras otros prometen aplicar todo el arco cromático de las fuerzas de seguridad (los hay azules, verdes, grises y marrones clarito). Eso, que parece muñeca política, también puede ser una enorme dificultad para afirmarse, construir poder y resolver un conflicto. Y si la duda es la jactancia de los intelectuales, la indecisión es, muchas veces, la tumba de los políticos.

Tepp expresa lo que se ve: “el socialismo está a años luz de aceptar que la batalla es por la recuperación de la plusvalía en las tierras”. Y arriesga un escenario diferente: “si estuviéramos en el gobierno municipal haríamos otra cosa con la cuestión urbanística. Estamos convencidos de que el estado tiene que hacer las obras de infraestructura y recuperar en tierras la compensación de los privados”. Que hagan negocios pero que cada negocio se pague con lotes. Monteverde despliega la idea: “Lo que estamos discutiendo es cuánto el estado le puede marcar la cancha al privado para decirle: está bien, vos sos el propietario de la tierra, pero yo digo cómo se tiene que urbanizar la ciudad”. Y agrega: “Estaba claro que nosotros íbamos a resistir hasta el final lo del Tambo. Desde la Corte hasta el Gobernador y los privados, lo sabían. Resistir pacíficamente al desalojo, o sea que la policía nos cagara a palos. Lo bueno es que no se llegó a ese punto porque pudimos evitarlo políticamente. La decisión de aguantar hasta el final está tomada hace años. La habilidad está en no llegar nunca a ese momento. Es como la frase de El arte de la guerra: vencer sin combatir”.

En lo que va de siglo, Rosario se convirtió en un gran teatro en el que se despliegan sangrientas disputas territoriales. Las periferias, valorizadas como consecuencia de los negocios extractivos legales e ilegales, son el sitio privilegiado de estas contiendas. Los enfrentamientos entre bandas asociadas al narcotráfico por el control territorial, no sólo han ocupado las tapas y pantallas de los medios nacionales sino que, en su combinación con otros tipos de violencias de corte horizontal, han desgranado barrios enteros, convirtiéndolos en micro-zonas enfrentadas. El dominio de las organizaciones criminales, con auspicio político, policial y judicial, si bien no ha conseguido desprender zonas para gobernarlas con plena autonomía, sí logra intensificar, o directamente estructura, una lógica de vida sangrienta que los índices récords de violencia letal demuestran ampliamente.

Lo sucedido con el tambo La Resistencia invita a imaginar un tipo de experimentación política en las que se articulen las fuerzas de los territorios, las heterogéneas organizaciones sindicales, sociales y partidarias, las herramientas que brinda la configuración de un Concejo Deliberante local atípico para la ciudad y disonante en el mapa nacional, con una audaz capacidad de escenificación pública que pueda conmover a una sociedad que parece desear más Rivotril que leche.

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