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un santo para la ciudad
El presidente de San Lorenzo quiere refundar el inocuo progresismo porteño y desalojar al PRO del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Quiénes son sus afectos e interlocutores políticos? ¿Qué acontecimientos marcaron su biografía? ¿Cuándo piensa lanzar su candidatura? ¿Y qué cisnes negros podrían complicarle la aventura? Con ustedes, Matías Lammens.
Fotografía: Sebastián Pani
27 de Febrero de 2019
crisis #36

“Nos vestimos como ellos, hablamos como ellos, pero pensamos lo contrario: por eso nos temen”. Ellos, claro, son los amarillos. La frase pertenece a Matías Lammens, presidente del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, y resume las credenciales básicas que sustentan su candidatura a jefe de Gobierno. ¿Se presenta? La pregunta hace meses da vueltas por el aire como una moneda que nunca cae. El rumor provocó excitación en el mundillo progresista de la Ciudad de Buenos Aires, que languidece entre las repetidas lecciones del profesor Filmus y un peronismo que cogobierna sin rubor. Pero Lammens es jabonoso y tiempista como un cinco de los viejos: toca y toca, arma paredes, no tiene apuro por definir. Los ansiosos por pescar un candidato ganador pasaron del entusiasmo al escepticismo y finalmente se instaló una certeza: “No va a jugar”. Pero tal vez se equivoquen.

punto de inflexión

En enero de 2001 Mariana viajó a Cuba con su amiga Pía. Salieron a caminar por La Habana Vieja y pararon a tomar algo en la Plaza de la Catedral. Trataban de ponerse pillas para eludir los circuitos turísticos y no ser timadas en el intento. De pronto, tres pibes de porteñismo inocultable vinieron a su encuentro. Ellas se miraron con gesto de “esto no nos puede estar pasando”. Dos fueron directo a chamuyarlas. El tercero se sentó bajo un árbol a leer un libro de discursos de Fidel Castro. Recién una hora más tarde Matías se sumó al grupo, que ya había decidido alquilar un auto para recorrer la isla.

Con su amigo Damián Pita y su primo Mauro, Lammens llevaba dos meses conociendo al socialismo caribeño. Había tomado clases de manera informal en la Universidad de La Habana y estaba fascinado con la gente del pueblo. Todo le parecía maravilloso. No admitía críticas. Mariana se reía y lo pinchaba. Fueron a Playa Girón, a Cienfuegos, a Trinidad, luego subieron hasta Santa Clara, donde se separaron. A los seis meses y ya en Buenos Aires, Matías y Mariana comenzaron un noviazgo que dura hasta hoy.

Mariana Gené es investigadora de carrera del Conicet. Estudió a las élites políticas y su tesis de doctorado es una sociohistoria del Ministerio del Interior. Entrevistó a todos los titulares de esa cartera desde el retorno de la democracia hasta el kirchnerismo: del “Coti” Nosiglia a Anibal Fernández, pasando por Eduardo Bauzá y Carlos Corach. Se fascinó con los rituales y las trastiendas de Palacio, por eso siente vértigo cuando piensa que Matías pronto dará el paso que preparó durante toda su vida. ¿Cuándo se le ocurrió a Lammens “meterse en política”? Siempre supe que esto iba a suceder, responde ella en el bar Galeón de Santa Fe y Gurruchaga. Y en cierto modo se entusiasma. A pesar de los costos que implica, de las operaciones que tendrán que soportar, del riesgo de que salga mal. Participa, va a reuniones, pero no se imagina asumiendo un rol importante en el armado. “A mí me gusta mucho lo que hago. Además, a Matías le das la mano y te agarra hasta el hombro”, se previene.

“Nos vestimos como ellos, hablamos como ellos, pero pensamos lo contrario: por eso nos temen”.

el globo de la paternidad

Matías Daniel Lammens Nuñez viste como un joven empresario moderno. Pantalón y camisa de mangas largas ceñidos al cuerpo, zapatillas no muy formales pero tampoco deportivas, barbita cuidada y pelo corto con incipiente canicie. Atiende en una oficina del primer piso de su distribuidora de vinos Ñuke Mapu SRL, sobre la calle Pavón, en pleno barrio de Boedo. Nació en 1980 y habla con ínfulas de egresado del Nacional Buenos Aires.

La historia de la muerte inesperada de su padre Nestor Daniel, cuando tenía apenas siete años, es un tópico inevitable para comprender quién es Lammens. Una marca indeleble. En 2014 lo planteó así a la revista El Gráfico: “Me puse muy triste, me costó entender el porqué, pero rápido, rapidísimo, no sé si como un mecanismo de defensa o qué, me refugié en San Lorenzo. Me hice muy fanático... como si San Lorenzo fuera mi viejo”. Su padre, que lo llevaba a la cancha desde los albores de la democracia, había llegado a ser vicepresidente del club.

El otro rasgo heredado fue la vocación empresaria. O, acaso, industrial. “Siempre quiso ser un fabricante, producir cosas, crear trabajos”, dice el suegro Gustavo Gené desde su bufete de abogados con vista al río. La historia es así: Néstor Daniel, dueño del frigorífico Ramallo SRL (llegó a tener 700 empleados), se enamoró de Esperanza, contadora de la fábrica, con quien se casó en segundas nupcias. Matías fue el cuarto y último vástago en la lista del papá y el único de la madre. Gené asegura que Lammens se licenció en la Facultad de Derecho por puro mandato materno.

Otro recuerdo: “Era semana santa, me mandaron a dormir a la casa del mejor amigo de mi viejo; entraron mi tío y mi mamá y me dijeron que papá se había ido al cielo, pero que me quería mucho”. Daniel Ohanessian es el tío que le dio la mala noticia. Él también tenía un frigorífico, más pequeño, en Avellaneda. Matías lo quiso como a un segundo padre. Cuando ya era presidente del Ciclón, Lammens hizo un valiente gesto en su honor al rechazar el sponsoreo del gobierno de Azerbaiyán por su responsabilidad en el genocidio armenio. Ohanessian, cercano al Partido Comunista, falleció en 2007. La búsqueda de una figura paterna será una constante en su vida. Dicen que también la valentía para ir de frente y sin dobleces cuando se trata de enfrentar un privilegio o rechazar una injusticia. Ambas pulsiones pueden tener una raíz común: Lammens nunca pisó el psicoanalista.

la moral fabricante

La carrera empresaria largó en 2003 con un maxikiosco en el barrio River, siempre en sociedad con Pita, compañero del jardín y la primaria en la escuela Lange Ley de Palermo. Les fue bien y llegaron a tener cinco minimarkets, hasta que vieron un filón de oro en la pésima distribución de vinos que padecían como vendedores. El 1 de noviembre de 2005 fundaron la distribuidora de nombre mapuche que los convirtió en ciudadanos prósperos. “Se hizo empresario no como un fin en sí mismo, sino como un medio para dedicarse tranquilo a lo que lo apasiona, que son San Lorenzo y la política”, cuenta Pita. El empresario como “hombre libre”, capaz de dedicarse ad honorem al club de sus amores y de imaginar un proyecto político sin padrinos incómodos. “De chico era un líder nato; a los diez años decíamos que iba a ser presidente de San Lorenzo”, continúa el socio. “Es un tipo que negocia con lo ajeno de la misma forma que negocia con lo propio: eso no es frecuente”.

Lammens tomó la conducción del club junto a Marcelo Tinelli en 2012 con el equipo jugando la Promoción: lo mantuvieron en primera, al toque salió campeón en 2013, ganó la Libertadores 2014 (máximo triunfo en la historia del club) y la Supercopa en 2015 (aquel 4 a 0 contra Boca). “Abdo, el presidente anterior, manejaba el club como un almacenero. San Lorenzo era un desastre. En 2012 teníamos un plantel profesional de solo 12 jugadores con contrato, se hacían ollas populares porque los empleados no cobraban, los cheques rebotaban por todos lados, tenía un pasivo de 232 millones de pesos, estaba en convocatoria de acreedores. Matías le puso criterios de acción, ideas claras. Tinelli aportó carisma y prestó plata, pero Lammens fue quien condujo un club con cientos de empleados de planta permanente, con miembros en la comisión directiva de distinta extracción política (desde un funcionario larretista como Constantino hasta el CEO del HSBC Gabriel Martino), y con submundos heterogéneos como los hinchas más chetos de la zona norte de capital, las peñas del conurbano y unos veinte mil partidarios activos del barrio”, explica Sebastián Juncal, miembro de la Subcomisión del Hincha y con cargo de fiscalizador en el club.

Durante su mandato la cantidad de socios pasó de 28.000 a 70.000, desarrolló las divisiones inferiores, agrandó la infraestructura, desplegó los deportes menos populares con éxitos en hockey, vóley, atletismo, futsal y sobre todo en básquet, un berretín de Tinelli. Pero el broche simbólico fue la vuelta a "Tierra Santa". Lammens supo ponerse a la cabeza de un proceso de movilización popular que se aceleró cuando en noviembre de 2012 la Legislatura sancionó la ley de Restitución histórica. En octubre de 2016 el club inauguró su Polideportivo en Boedo y en noviembre firmaron el boleto de compraventa del terreno de Carrefour, mítica sede del Gasómetro cerrado en 1979. Pagaron 110 millones de pesos y cuatro cuotas de un millón de dólares, de las que faltan dos por gatillar y ahora, claro, en pesos, duelen mucho más.

rayarles el auto

Gestión eficiente, administración sustentable, honestidad, transparencia. “No tenemos muertos en el ropero”, dice uno de sus principales asesores. Según las primeras encuestas que incluyen al posible candidato, su nivel de conocimiento rebasa el 50% con un pico entre los hombres de 65% y un piso entre las mujeres del 35%. Un sondeo de Opinaia realizado en septiembre lo ubica como el referente con mejor ecuación de imagen positiva (44%) y negativa (56%) por fuera de la alianza Cambiemos, con una intención de voto de 22%.

“Mi objetivo es ganarle la ciudad a estos tipos. O por lo menos rayarles el auto en su propio garage. No me interesa ser un político más, quiero gobernar para cambiar las cosas”, agita Lammens. Para eso, la estrategia es reconstruir al progresismo porteño. El consejero acota: “No tanto volver a Ibarra sino más bien recuperar aquel momento en que surgió el Frente Grande, incluso hasta el Frepaso, antes de la Alianza”. Pero, sobre todo, se trata de irrumpir como un aire fresco en el sistema, por eso extreman la prudencia y la economía de gestos. ¿Qué quiere decir a esta altura ser progresista? “Reponer la racionalidad pública en el centro de la decisión del Estado. Hay dos sectores que concentran el poder y con los que habrá que lidiar: la intermediación  nanciera y el sector inmobiliario”, diagnostican en su entorno.

Hay muchos interesados en sumarse pero poca claridad acerca de cómo estructurar una dinámica organizativa nueva. Por el momento conviven tres instancias de trabajo: la mesa política, con los amigos de máxima confianza; los grupos de coordinación que buscan “ordenar a los sueltos” (“es como buscar oro en California”) y los incipientes equipos de trabajo por temáticas como seguridad, cultura, educación o vivienda, que aportarán herramientas discursivas y propuestas para la campaña. Cierto publicista con antecedentes en el país se acercó a ofrecer sus servicios y presentó un presupuesto por 32.000 euros al mes: “Bien, gracias”. La financiación, admiten, va a ser un problema: “Plata propia, crowdfunding... y habrá que pasar la gorra”.

En los radares del lammensismo figura un asesor estrella: Martín Guzmán, investigador de la Universidad de Columbia y colaborador de Joseph Stiglitz, que reconoce desde su oficina en Nueva York: “Hablo con Matías sobre la economía argentina y me entusiasma su idea de ingresar a la política”. A mediados de octubre Lammens viajó a Madrid para reunirse con el incombustible Felipe González. Los contactó Hugo Sigman. También conoció a Manuela Carmena, alcaldesa de la capital española. La señora de 74 años lo esperó bien tempranito en el edificio municipal con unas cookies horneadas por ella misma. Intentó verlo a Íñigo Errejón, pero el podemita “andaba liado”, parece. La opinión general de quienes lo conocen es que se trata de un tipo encantandor. Pero la mayoría espera algo más de él. “Toma mucha carrera para todo”, apunta un agudo escritor que sabe leer el carácter de las personas.

“Mi objetivo es ganarle la ciudad a estos tipos. O por lo menos rayarles el auto en su propio garage. No me interesa ser un político más, quiero gobernar para cambiar las cosas”.

aterrizar al cuervo

Costó ir a la cancha con Lammens. La crisis futbolística del Cuervo lo angustia en serio. “¿Tiene miedo de que lo puteen delante nuestro?”, preguntamos a Mariana. “Jamás. La gente en San Lorenzo es muy cariñosa con él”. El último 18 de noviembre, como cada domingo de local, Matías se sentó en su abono de toda la vida con su hermano Carlos y los amigos de siempre. Esa vez había una novedad: el debut de Anita Lammens Gené, de tres años de edad. Ella va a estar feliz durante los noventa minutos mientras su padre sufre horrores una nueva derrota, aunque sin perder la compostura. Canta sin gesticular, sin moverse casi, pero se lo oye: “¡Estamos de la cabeza...!”. Se mantiene ecuánime cuando el volante ofensivo Bautista Merlini cae en el área de Atlético de Tucumán y la hinchada azulgrana pide penal; el presidente se da vuelta y dice “no fue, no fue”. Otro invitado especial, el vice-alcalde de Barcelona, le da la razón. Gerardo Pisarello es oriundo de Tucumán y aprovecha para susurrar su afición por “el Decano”. Matias guarda el secreto y lo mira con cara de “no podés”. El convidado no festejará los dos goles del visitante ni el pitazo final pero se deleitará en silencio con el Pulguita Rodríguez. Luego, Matías baja al vestuario para conversar con el DT y los jugadores. Solo lo hace en momentos difíciles. El cuervo no halla el rumbo de juego hace casi dos años. Está futbolísticamente complicado el tramo final de una gestión que será recordada como la más exitosa de la historia del club.

Uno de los principales dilemas del planeta Lammens se llama Tinelli. Gracias a su apoyo conquistó la presidencia y por eso le guarda gratitud, pero ha tenido que ponerle límites a su espasmódica participación en el club, a las promesas de financiación que no se concretaron, a los desplantes cuando las papas quemaban. Como cuando el equipo estuvo a punto de despedirse de la Libertadores del 2014 en la fase de grupos y el vicepresidente

renunció a su cargo en el club: luego fue el primero en levantar la Copa. “Matías estuvo siempre convencido de la vuelta a Boedo; Tinelli no”, cuenta el fiscalizador Juncal. “Al tipo no se le escapa nada, está en todo. Pero eso también es un problema porque puede devenir en personalismo. Le faltan mandos medios: eso le falta”. Sus compañeros de aventuras políticas completan el cuadro de un jefe exigente y con carisma, que escucha mucho y no comparte las decisiones. “No es muy horizontal. Es medio tirano”.

cisnes negros

A los 38 años Lammens es un tipo exitoso, tiene carácter y sabe lo que quiere. El PRO lo incluyó pronto en su radar y le ofreció el oro y el moro en la fase ascendente (Rogelio Frigerio es su principal interlocutor). Primero le propusieron dirigir el Banco Ciudad y después la Anses. Dos cajas poderosas. Pero Matías rechazó el convite sin dudarlo un instante. No le interesa el poder por el poder mismo. Tiene ideología.

También conoce la aspereza de aquello que se resiste a ser cambiado. El costado non sancto de las instituciones. Su corto periplo en la AFA, por caso, significó un antídoto contra el romanticismo. Corría el año 2015 cuando el conductor de Showmatch quiso dirigir el fútbol argentino luego del fallecimiento de Julio Grondona. Lammens ofició en calle Viamonte de tesorero y se encontró con algo incontrolable. Donofrio: “A la AFA habría que ponerle una bomba y empezarla de nuevo”. Estaban seguros que le ganaban a la lista de Luis Segura y se encontraron en la espectacular situación del empate 38 a 38, con 75 electores.

Ahora Tinelli coquetea con ser candidato a presidente. “No lo vemos”, dicen en el núcleo lammensista: “A Marcelo no le gusta el conflicto: está acostumbrado al aplauso”. De concretarse sería un auténtico “cisne negro” para el proyecto electoral de Lammens: difícil no quedar pegado. Y en el juego de la política Matías y Marcelo juegan en equipos distintos.

Mientras escribíamos este perfil, el Superclásico explotó en la cara del macrismo. Matías se mordió la lengua para no hacer leña del patético evento. Pocos días antes sí había protagonizado una disputa contra el proyecto de convertir los clubes en sociedades anónimas. Un añejo deseo de Mauricio Macri y de su oscuro aliado Daniel Angelici, que iba a votarse en diciembre en la AFA. Hinchas de diversos clubes se organizaron en una Coordinadora y el presidente de San Lorenzo fue el único dirigente de peso que cuestionó públicamente la iniciativa. La propuesta finalmente fue eliminada del orden del día y Lammens, que conectó con una zona sensible de la multitud futbolera, lo sintió como un triunfo.

hay 2019

La decisión está tomada pero la candidatura a jefe de gobierno se lanzará lo más tarde posible. Matías le teme a la picadora de carne mediática, a los trolls macristas, al combo de operaciones y las zancadillas que hacen de toda campaña un inmundo lodazal. La primera prueba la tuvo el 26 de marzo, cuando en una entrevista a LN+ dejó entrever algunas ideas políticas y antes de que terminara la jornada, exactamente a las 23:29 de la noche, uno de los editores de Clarín le lanzó un misil teledirigido: “política frívola”, entre otros improperios, apenas por elogiar a Fidel Castro.

También tienen que analizar en detalle la cancha electoral para ver con qué formación conviene presentarse. De ese diagrama depende cuál será el vínculo con la principal fuerza de la oposición. La lógica sería evitar una alianza con el kirchnerismo que lo encapsule y le reste proyección para perforar el techo de una alternativa testimonial e inofensiva en la Ciudad. Pero el oficialismo amenaza unificar las elecciones locales con la nacional imponiendo una lista sábana que cristalice la polarización como escenario ineludible. Macri o Cristina. Nada en el medio, ni más allá. La líder de Unidad Ciudadana, por su parte, es una aspiradora que atrae a las fuerzas progresistas en torno a la dramática batalla por la presidencia. “Alguien tiene que sostener la hipótesis”, dicen los seguidores de Matías. No es un problema moral, sino una cuestión de eficacia. “Nuestro objetivo es ganar la Ciudad y no vamos a dejarlo de lado por hacer lo que que todos hacen”.

Hay una pregunta que el lammensismo buscará responder en los próximos meses: ¿qué bala le entra a Horacio Rodríguez Larreta? “El antimacrismo”, contesta por ahora Lammens. “En su mejor momento histórico, la mitad de la población le votó en contra”, dice en referencia al batacazo que en 2015 casi le propina Martín Lousteau, el risueño camaleón. Y en su fuero íntimo quizás recuerde aquel dulce instante del 4 de febrero de 2018, cuando el hit del verano surgió de las entrañas del Nuevo Gasómetro y se esparció como un huracán: MMLPQTP.

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