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el desacato inmobiliario
Una intervención artística en Plaza de Mayo puso en escena el recorrido histórico de quienes alquilan y dejó planteadas algunas preguntas urgentes. ¿Es justo que el mercado controle el acceso a la vivienda de casi la mitad de la población? ¿Y cómo podemos torcerle el puño a un sistema inmobiliario que deja sin aire a les inquilines? Historias de quienes todos los meses pagan la renta y se están organizando para luchar.
26 de Enero de 2021

 

“Hola, para saber si querés renovar el contrato de alquiler, ya te quedan pocos meses, así hablo con los dueños y te digo cuál va a ser el nuevo valor”. Escucho el audio de WhatsApp de la agente inmobiliaria y me paralizo. Vivo en un departamento de dos ambientes en el barrio de Flores, Ciudad de Buenos Aires, desde hace casi dos años. Pero fue en 2010 cuando, sin conocer esta ciudad, me vine a vivir por un trabajo en blanco que en Tucumán –donde nací– no conseguía.

Desde entonces, compartí habitación en una pensión infestada de cucarachas en la zona de Congreso, alquilé con una amiga un departamento amoblado en Microcentro que se llevaba la mitad de mi sueldo, y cuando estaba a punto de endeudarme con un seguro de caución para alquilar uno sin muebles, Agustín –el primer amigo que hice en Buenos Aires– me dijo que él iba a ser mi garante, que era una injusticia que me pidieran tantos requisitos. Y quizás fue recién ahí cuando empecé a cuestionar la relación desigual entre inquilinos por un lado y propietarios e inmobiliarias por el otro. Se volvió una anécdota divertida aunque, en el fondo triste, la de contar que en once años me mudé seis veces, que así conocí la ciudad mientras me perdía por las confusas instrucciones de la Guía T, una guía en papel de mapas e indicaciones para viajar en transporte público que dejó de usarse cuando los celulares salieron al mercado con GPS.

“Los dueños están interesados en que sigas en el departamento, no tienen ningún problema con vos, así que ya vamos a llegar a algún número. Pero la renovación será por dos años porque es una extensión del contrato anterior, no hace falta que sea por tres”. La agente inmobiliaria me manda este segundo audio y sé que es injusto: en junio de 2020 se sancionó la Ley 27.551 de alquileres que dice expresamente que los contratos de vivienda tienen la duración mínima de tres años. Pero ¿cómo discutir las condiciones sin exponerme a que se nieguen a renovar el contrato? Desde hace un mes la renovación, las condiciones impuestas, los arreglos que hacen falta en la vivienda, el dinero que tengo que reunir para quedarme en el departamento, son los últimos pensamientos que tengo antes de dormir. A veces, también, lo primero que llega a mi cabeza cuando me levanto.

En la Ciudad de Buenos Aires casi el 40% de la población porteña es inquilina. La emergencia sanitaria por la pandemia, la crisis económica y el desempleo han determinado que quienes alquilan hayan entrado en un proceso de endeudamiento crítico. A pesar de que el decreto 320/20, prorrogado hasta el 31 de marzo de 2021, dispuso el congelamiento del precio de los alquileres, la prohibición de los desalojos y la determinación de cuotas para pagar los aumentos pactados al finalizar su vigencia, el 49% de los y las inquilinas argentinas tiene problemas para pagar el alquiler y el 67% se encuentra endeudado o recibiendo ayuda de algún familiar, según las encuestas publicadas por la Asociación Inquilinos Agrupados.

¿Qué pasará con los inquilinos e inquilinas que se endeudaron durante la vigencia del decreto 320/20? ¿Cómo se resuelve la cuestión del acceso a las viviendas en alquiler en nuestro país? ¿Por qué cada vez hay más edificios en construcción y menos propietarios?

 

a la intemperie

Hay una casa a cielo abierto en la Plaza de Mayo. Durante al menos una hora y bajo el impiadoso sol de enero, un grupo de personas midió y dibujó con cinta adhesiva oscura la explanada frente a la Casa Rosada y lo que antes era sólo una sucesión de baldosas se convirtió en un mapa visual de diferentes ambientes con paredes y puertas imaginarias. Poco a poco, fueron llevando el mobiliario: cocina, horno eléctrico, mesas, sillas, heladera, camas, lámparas, sillones, inodoros, tender. Cada artefacto fue dispuesto en su justo lugar, el living en el centro de la escena.

La asociación Inquilinos Agrupados junto con el Centro de Estudios Legales y Sociales  (CELS), el grupo de teatro Contrafrente Culturalcrisis organizaron esta intervención que se transmite en vivo por las redes sociales bajo la consigna #NosQuedamos y que interpela a quienes alquilan un lugar para vivir pero también al Estado y a la sociedad, en demanda del cumplimiento de la ley vigente ante la ausencia de políticas públicas al respecto.

Olga tiene 56 años y vive en el Bajo Flores (CABA), alquila un PH un poco derruido en el que vive con sus dos perros y cuatro gatos. Fue el único lugar que pudo pagar en donde no le hacían problemas por tener mascotas. “Mi hija de 24 años también alquila, tiene un bebé y se quedó sin trabajo en la pandemia, soy su garante. Tuvo que irse del departamento y le quedó una deuda, hablé con la propietaria y le pedí por favor que le perdone aunque sea una parte porque no podemos pagar. Ella se fue a Morón, a vivir de prestado en la casa del padre de su pareja actual. Él también está desocupado”, cuenta. Es la primera vez que Olga participa de una actividad por los derechos de los inquilinos. “Así como se consiguió la ley del aborto con la gente en la calle pienso que podemos hacer algo para que la situación de los alquileres cambie. Por eso vine”, afirma.

A pesar de que el decreto 320/20, prorrogado hasta el 31 de marzo de 2021, dispuso el congelamiento de los alquileres, la prohibición de los desalojos y la determinación de cuotas para pagar los aumentos pactados al finalizar su vigencia, el 49 % de los inquilinos argentinos tiene problemas para pagar el alquiler y el 67% se encuentra endeudado o recibiendo ayuda de algún familiar.

 

Valeria Villalba (27) viajó desde Muñiz para presenciar la actividad de los inquilinos. “Vine porque las leyes se hicieron para cumplirlas y la ley de alquileres no se cumple. Hay una falta del control del Estado que impide acceder a una vivienda digna”, se queja. Ella sabe de ciertos filtros que ponen los dueños para alquilar: “Si sos mujer soltera te preguntan si tenés hijos o mascotas y es un drama porque no te quieren alquilar por eso”, dice. Ella tiene un caniche y vive en carne propia eso de no gozar de los mismos privilegios que los propietarios: “El problema son las condiciones y cláusulas abusivas”, explica. Pilar, Florianópolis, San Miguel, José C.Paz y actualmente en Muñiz, así ha sido su derrotero como inquilina. Los alquileres en Muñiz aumentaron, en relación a principios de 2020, en un 60% pero igual le es más práctico quedarse ahí: “Por cuestiones de distancias laborales no puedo modificar desde hace 10 años el distrito en el cual vivo -dice-. Poseo 3 empleos paralelos para poder sostener el alquiler de vivienda. Soy psicopedagoga, mi sueldo es en pesos no en dólares, las viviendas están dolarizadas y también los alquileres por eso cuando encuentro algún departamento que acepta mascotas no me alcanza para pagarlo”, asegura.

Ariel Bardón sonríe debajo del barbijo, se le nota en los ojos. Tiene 56 años, es chofer de combis y está parado en la escasa sombra que proyecta la Pirámide de Mayo. Combinó tren y subte desde la localidad de Luis Guillón para participar del evento. Es inquilino desde hace treinta años, vivió en CABA pero se fue a provincia porque los alquileres eran más baratos aunque ahora, asegura, los precios se han equiparado. “Vivo en una casa de dos ambientes con fondo junto a mi hija y mi esposa. El alquiler vencía en marzo y desde entonces estamos amparados con el decreto 320/20 que congeló el precio. La inmobiliaria me presionó mucho para que firmara una prórroga con aumento pero me informé y no lo hice”, afirma. Bardón dice que si la ley de alquileres se implementa se producirá un cambio en las relaciones sociales de quienes alquilan ya que al poder quedarse más tiempo “el inquilino se afianzará en el barrio, con los vecinos, el trabajo y el colegio de los chicos”.

 

identidad inquilina

La primera vez que escuché discusiones políticas interesantes en torno a ser inquilina fue en la asamblea que Inquilinos Agrupados convocó en la Plaza de Almagro el 9 de enero pasado. “Fue un quiebre para nosotros, a partir de esa asamblea no sólo respondemos consultas, no somos sólo un asesoramiento legal. Se ha construido una verdadera necesidad de organizarnos para acceder a la vivienda”, dice Florencia Presta, trabajadora social y miembro de Inquilinos Agrupados. “Hay una soledad bastante grande en torno al problema del alquiler de la vivienda, siempre se pensó como un problema individual o como una discusión entre privados; pero cuando no hay igualdad de condiciones, el mercado inmobiliario las impone”, asegura. No se trata sólo de resolver las condiciones de los contratos de alquiler. Para Florencia Presta la discusión tiene que ver con un modelo de ciudad, diseñado por el mercado y los sectores concentrados, que excluye y expulsa. “Se trata, en realidad, de discutir las condiciones para habitar la ciudad”.

¿En qué momento se forjó este modelo y la identidad del inquilino? Gervasio Muñoz, presidente de Inquilinos Agrupados, señala que durante el primer gobierno de Perón se tomaron medidas de fondo. “Pero lo único que se recuerda de esa época es la construcción de viviendas, no las medidas de intervención del mercado inmobiliario”, dice y arma el listado: “se congela el precio de los alquileres, se establece la prohibición de tener viviendas vacías por más de tres meses, se dan créditos por el 100% del valor de su valor, se liquida la posibilidad de que sea un negocio y por eso muchos capitales tienen que salir a venderlas”.

La nueva ley de alquileres llegó después de un proceso extenso de inquilinización de la población. Nadie se percibe o identifica como inquilino sino como futuro propietario o no propietario. “La pelea que dimos durante cinco años por la ley de alquileres logró darle cuerpo de vuelta a esa identidad porque no nos interesa ser propietarios, nos interesa ser inquilinos pero de forma justa. Ahí se fue forjando esa autoestima necesaria para pelear por un acceso digno a la vivienda. Para poner en crisis las formas impuestas por el mercado inmobiliario a través de diferentes momentos de la historia. El mercado logró que el acceso a la vivienda no se considere un problema de Estado sino que sea concebido como un negocio”, asegura Muñoz.

Aunque la dignidad inquilina de la que habla Gervasio Muñoz me parece noble, no logro dejar atrás el sueño (o mandato) de ser propietaria: ¿quién quiere alquilar toda su vida? La respuesta, para Florencia Presta, es lapidaria: “el mercado avanzó tanto sobre las ciudades y los suelos con la mercantilización de la vivienda que esa idea de la casa propia es algo imposible como una opción real para inquilinos e inquilinas. Estamos más cerca de vivir en la calle que de ser propietarios. Entonces, como primera medida, hay que cambiar el foco. Mientras no haya una fuerte regulación del mercado de la vivienda será difícil aspirar a ser propietarios. Y tenemos que organizarnos sino nos vamos a quedar en la calle”.

 

living a cielo abierto

El living imaginario frente a la Casa Rosada tiene dos sillones de pallets, una mesa ratona y una lámpara de pie. Gervasio Muñoz se acomoda en uno de ellos y me invita a acompañarlo en las entrevistas a personas que alquilan viviendas en la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, historias, en un punto, similares a las mías. Alrededor, algunas actrices arman y desarman las camas, hacen los quehaceres del hogar, acomodan prendas en cajones y cuando llega un hombre de negro con un paraguas oscuro, se apuran a guardar sus cosas en cajas de cartón y se van en fila, sin mirar atrás. El hombre las sigue con paso amenazante. Tiene un cartel en la espalda que dice “mercado inmobiliario”. Mientras charlamos, la escena se repite una y otra vez. Deja un hilo de angustia que resulta conocida: es una escena que se repite, también, cada dos o tres años para las nueve millones de personas que alquilamos en Argentina.

Bruno se acerca al sillón de pallets de camisa y corbata. Alquila en el barrio de Balvanera junto a sus padres y dice que vivió en casi todos los barrios de la ciudad. “La mudanza permanente es eso, un día estás, te aferrás a la gente del barrio y después ya no. Soy parte de un barrio y de varios más. Esta puesta en escena es una representación de cómo podría estar mañana”, dice y señala a las actrices que caminan con cajas de cartón. Cuenta que nunca le entregaron el contrato de alquiler a sus padres y que ahora quieren desalojarlos, que los tratan de okupas. “Hay falta de empatía y solidaridad. De humanidad”, afirma y los oyentes aplauden.

Mientras Bruno se levanta y se acerca una pareja al sillón, Gervasio Muñoz dice por micrófono, categórico: “no nos vamos a ganar la lotería, no nos va llover una herencia o un crédito hipotecario que nos haga pagar poquita plata para comprarle al mercado una vivienda a precio dolarizado. Lo que necesitamos es que se termine la especulación y el negocio de comprar viviendas para alquiler”.

“el mercado avanzó tanto sobre las ciudades y los suelos con la mercantilización de la vivienda que esa idea de la casa propia es algo imposible como una opción real para inquilinos e inquilinas. Estamos más cerca de vivir en la calle que de ser propietarios”.

 

Marina y Ariel se acomodan en el sillón. Aunque el lema de la actividad es #NosQuedamos, cuentan que ellos decidieron irse. Que en ese departamento habían vivido 30 meses pero que el precio del alquiler, para una renovación, era impagable. “Nos amparamos en el decreto que congeló los alquileres durante algunos meses pero en octubre empezamos a buscar para irnos, estábamos intranquilos. Nos pasaba que al ir a ver un departamento había mucha gente esperando y después se armaba la carrera de la seña”, dice Ariel. El departamento que consiguieron en Villa Crespo es más pequeño, con menos luz y aire. “Hay que dejar de romantizar el alquiler, es un negocio para los propietarios”, dice Marina.  

Lucía (40) es la primera que dice que la casa que se alquila es más que una casa. “Es un hogar, es el oasis en medio de la vorágine de la familia o el trabajo, es el refugio, en mi caso es el primer hogar de mi hijo. Por eso cuando no sabés si te vas a quedar es muy angustiante”. Ella alquila un departamento en Chacarita y como su contrato se venció en marzo del 2020, el alquiler quedó congelado por el decreto. “Cuando llamamos nos dijeron que teníamos una deuda por la diferencia de precio que correspondía aumentar en abril con un nuevo contrato. Algo así como diez mil pesos por mes desde abril hasta ahora, pretenden que firmemos un contrato con esa fecha para hacernos reconocer esa deuda que no existe”, cuenta.

Federico (30) dice que se amparó, también, en el decreto que congeló los precios para los contratos de alquiler que vencieron desde marzo 2020, y que hasta hace unos días estuvo en vilo por la prórroga ya que el propietario quería que se fuera de la vivienda. “Durante el aislamiento me mandó una carta documento intimando a que mi garante le firmara un papel para que me comprometiera a dejar el departamento en septiembre. Tuve que consultar un abogado”, afirma. De todas maneras, decidió mudarse ya que un familiar le cedió una vivienda, lo que considera un privilegio.

El sol por fin se oculta detrás de los edificios del microcentro porteño. Una foto grupal, un drone en el cielo, el grito colectivo de #NosQuedamos. De a poco, los muebles son retirados a un costado de la plaza y las cajas de cartón que simulan una mudanza de inquilinos, se desarman. Al menos, por ahora.

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