leonardo favio, entre gatica y di giovanni | Revista Crisis
crisis eran las de antes / junio de 1989 / favio dirige las emociones
leonardo favio, entre gatica y di giovanni
“Me hice peronista porque no se puede ser feliz en soledad”, dijo Leonardo Favio alguna vez y esa frase queda como bandera cada 17 de octubre. Sus películas, también y en junio de 1989 en esta entrevista para crisis habló con Ignacio Garassino sobre lo que significaba hacer cine y buscar ese equilibrio entre lo popular y el arte pivotando al melodrama.Un rescate que va al adn del cine de un director que sabía que le hablaba al pueblo, pero también a la historia.
17 de Octubre de 2020

 

Hace veinte años que da vueltas en torno de la biografía de Severino Di Giovanni, “un viejo amor que me tiene perplejo”. Sin embargo, por ahora Leonardo Favio prefiere postergar la filmación, temeroso de la seducción que puede ejercer el personaje en medio de esta crisis argentina. Hoy trabaja en un guión sobre la vida de Gatica que presenta un boxeador políticamente jugado, lejos de la marginalidad y la indigencia con la que se lo asocia tradicionalmente. Favio repasa su filmografía, reivindica su condición de cantautor popular, habla de Borges,  desmitifica los años 60, señala los enemigos del pueblo –“con máscaras diferentes son siempre los mismos”- y considera como muchos que lo “único que nos mantiene a flote es la esperanza”.

 

Dos de tus películas, Juan MoreiraNazareno Cruz y el lobo, figuran como las más taquilleras del cine nacional. ¿Qué tipo de relación puede establecerse entre los mitos populares que abordan y el éxito de público?

-No quiero que suene a vanagloria, pero a mí el éxito no me sorprende. Simplemente hago lo que me gusta a mí, porque yo soy la gente. El día que pierda la capacidad de asombro, cuando deje de emocionarme en un recital de Raphael o Sandro, cuando ya no me atraigan el radioteatro o una novela de Abel Santa Cruz, ese día estaré perdido. No he hecho otra cosa que el cine que a mí me gusta como espectador. Creo ser un emergente, una especie de síntesis de lo que es nuestro pueblo. Muchos separan al Favio cineasta del autor y el cantante popular, y es un error. El secreto está en que no busco el éxito, simplemente construyo en base a mis emociones.

La estética de mi obra parte de los personajes, es espontánea, y es la estética que más se acomoda a la sensibilidad de la gente. Si filmo al Diablo, lo tengo que iluminar de abajo hacia arriba, como se ilumina una cara con una linterna para asustar a los chicos, y si es una niña hermosa tiene que ser rubia, porque para nosotros los tipos del campo, era rubia la piba de nuestros sueños, la que nunca veíamos porque éramos cabecitas negras. El máximo análisis que me permito ante una obra por realizar es: ¿será didáctica?, si la respuesta es sí, entonces la hago. Si es no, aunque la idea sea bella, la dejo de lado, pienso: “puedo joder a mucha gente”.

¿Son esas preocupaciones las que han postergado tu proyecto de filmar la vida de Severino Di Giovanni?

-Sí, he dado vuelta a ese personaje a lo largo de veinte años, desde la primera vez que le compré los derechos de su libro a Osvaldo Bayer. Un viejo amor que me deja perplejo. Sucede que si se inserta a Di Giovanni en su marco histórico se encuentra, sino un justificativo para su violencia, al menos una razón de ser. Analizando sus métodos, en el contexto de su época, se puede llegar a comprenderlos. Ahora bien, yo no puedo estar diciendo a cada uno de los espectadores de dieciocho a treinta años “cuidado, ese no es el camino”. Cualquier muchacho se puede enamorar de Severino, porque su idealismo tiene un tremendo poder de seducción, y cualquiera puede pensar que es lícito actuar de ese modo. Y en mi humilde opinión, además de cruel, no es útil. Si es lícito o no, sería lo de menos, pero no sirve. Tal vez mañana llegue a la conclusión de que lo puedo recuperar como personaje, subrayando bien la circunstancia histórica. He elaborado escenas bellísimas pero por ahora lo tengo a un costadito.

Tu interés por lo social arranca con El Amigo, aquel cortometraje sobre la relación entre chicos de clases diferentes, con el que comenzaste tu trayectoria como director. Pasados veinticinco años, ¿cómo ves hoy aquel inicio?

-Es una de mis obritas más queridas, a pesar de los tartamudeos que tiene. La recuerdo con mucho cariño porque fue un lindo aprendizaje. No tuve la suerte de egresar de una escuela de cine, y aprendí a hacer cine haciéndolo, guiándome en buena parte por mi intuición. Así surgió ese cortometraje que tiene mucho que ver con mi posterior filmografía, no se desvincula, no es un brazo separado de mi cuerpo. Creo que conecta con Crónica de un niño solo, con Soñar, soñar, con todo lo mío.  Me gusta la ingenuidad con la que está hecha El Amigo. En aquel tiempo me deslumbraba la imagen de un espiral en movimiento que había puesto como transición. Un recurso que me parecía genial, pero que tiempo después cometí la barbaridad de quitar. Hoy me gustaría recuperarla, pero es imposible.

Siguiendo con el balance: ya hace doce años que no dirigís, ¿Qué perspectiva tenés de tu propia obra? ¿Cuál es tu evaluación?

-Vuelvo a ver mis películas con mucho interés e incluso me gusta trabajar sobre ellas. A El dependiente, por ejemplo, le hacen falta los primeros planos, y tal vez se los coloque más adelante. De todas maneras, si lo hago, voy a dejar dos negativos: uno, de la película tal como está, otro, con el agregado de primeros planos de Graciela Borges, Walter Vidarte y Nora Cullen. Quiero dejar un testimonio de los dos tratamientos dados a la película, creo que puede ser útil y didáctico para los estudiantes. Estoy muy contento con lo hecho. Hace tres meses terminé de compaginar Soñar, soñar, que había filmado en el 76, pero que en medio de aquel desastre no se puede decir que la compaginé, sino que simplemente la junté para poder exhibirla. Y, ahora, después de cortarle todas las puntas que sobraban, me enamoré de esa película, y la veo también ligada a otras, a El dependiente, a El romance de Aniceto y la Francisca, esas obras pequeñitas y hermosas.

 

un gatica desconocido

Actualmente estás escribiendo un guión sobre la vida de José María Gatica ¿Qué te atrae en este caso?

-Intento rescatar un personaje cuya realidad desconoce el común de la gente. Amado por unos, mirado de soslayo por otros, casi todos hablan de su vida con una total ignorancia de la realidad. Por ejemplo, Gatica era íntimo amigo de la familia del general Perón. A tal punto que en los últimos días de la vida de Evita los únicos que tenían acceso a su lecho de muerte eran Ema y José María Gatica. Como anécdota: él amenazaba a Evita con dejar de entrenarse si ella no tomaba la leche que él mismo le hacía traer. O sea que la relación de Gatica con la familia Perón era mucho más intensa que las simples visitas del general al ringside para verlo pelear. Pero hay más. Si se pregunta a cualquiera como fueron las últimas peleas de Gatica, la respuesta es que lo mataron, que se vio obligado a dejar el boxeo. En realidad, en sus dos últimos años de boxeador había ganado todas sus peleas, por nocaut, o por nocaut técnico. A Gatica se le retira la licencia en el año 1956 por “mal deportista”, como escarmiento por haberle dedicado la pelea al general Perón después del fusilamiento del general Valle. También la desinformación planificada ha distorsionado las circunstancias económicas que rodearon sus últimos años de vida. Él jamás vivió en una villa miseria, y al morir ocupaba una hermosa casita que le había regalado el doctor Oscar Alende, quien además le había conseguido un puesto por el que cobraba un sueldito. Además tenía otro sueldo que le daba el cantor de tangos Alberto Morán por trabajar en su cantina El abrojito. Es tan cierto que no estaba en la indigencia que el día de su muerte, a la salida de la cancha, trata de parar un taxi que no se detiene, y al correr un colectivo lo hace con tan mala suerte, debido a su renguera, que tropieza y cae debajo. Cuando llega al hospital, tenía cinco mil pesos en una media, lo que en esa época era mucha plata, pero él la escondía para que no se la sacara su madre ante la cual seguía portándose como un niño.

Dado este panorama, ¿Cuáles son los ejes del guión?

-Obviamente, estoy trabajando en base a la verdad histórica. Intento acercarme con ternura a este personaje que fue tan manipulado, para restituirlo al lugar que le corresponde en la memoria popular. Los otros días leí, con mucha simpatía, una entrevista que me inventaron en una revista. Algo hecho con mucho cariño, pero no me gusto que señalaran a Gatica como un permanente derrotado. Digamos: si se busca en los archivos, es imposible encontrar una foto de Gatica serio, en todas está riendo; inclusive en aquella, famosa, con el loro en una villa miseria, que es falsa, como dije, porque nunca vivió allí. Al fin de cuentas, me interesa Gatica porque es mucho más que un boxeador. Creo que es todo un símbolo de la entrega de nuestro pueblo, de la represión ejercida contra nuestro pueblo.

¿Cuál es tu método de trabajo? ¿Sos muy preciso con las indicaciones?

- Sí, soy muy meticuloso. En este caso he llegado a escribir treinta y siete páginas de guión para cinco minutos de película. Intento ser exhaustivo en la descripción del ambiente para que el actor, el técnico y el extra entiendan lo que estoy haciendo. No les ofrezco un acertijo, sino que les cuento detalladamente la escena. Así se les va haciendo carne, porque no solo necesito su técnica, también necesito involucrarlos, crear complicidad, que se enamoren de los personajes, o que los odien. De este modo aporta más hasta el más humilde de los utileros.

 

naufragio y esperanza

¿Cómo ves la situación del cine nacional en estos últimos años?

-Podrías separar dos aspectos: uno, la política cinematográfica; otro, el cine que se hizo. En cuanto al primer punto, pienso que Antín como director del Instituto Nacional de Cine fue bondadoso, se portó bien con los realizadores. Diría que voló hasta donde le dieron sus alas, sus posibilidades en medio de este caos, donde ya es un lujo tener una industria cinematográfica, inmersos en esta política de hambruna. En cuanto a la industria, creo que el resultado es coherente con la orientación liberal dominante, coherente con la política de fábricas cerradas. Es decir, si una producción no tiene salida, ¿para qué producir? Hemos ganado premios en el exterior pero hemos perdido nuestro propio mercado que era el último refugio que teníamos. De todas maneras han surgido directores interesantísimos  como Eliseo Subiela, o Carlos Sorin. Pueden enumerarse películas de un nivel excepcional para una industria tan pequeña como la nuestra. Basta compararnos con Italia que produce de 300 a 400 películas anuales, de las cuales pueden rescatarse apenas una docena.

Se dice que en general la actual narrativa cinematográfica carece de audacia, que predomina una tendencia hacia el convencionalismo.

-Siempre hubo conformistas y anticonformistas. La década del 60 todavía nos permitía el asombro en materia de artes visuales, la televisión no había penetrado tan hondamente en nuestra vida cotidiana. Hoy, tal vez, no nos permitimos el asombro, somos más irreverentes. A mí no me choca la irreverencia cuando está acompañada por la capacidad, por el discernimiento. Ante una figura como Borges, como peronista yo podría rechazarlo por su actitud antipopular, si bien lo comprendo y pienso que esa era su parte de niño. El autor de El Golem, fuera de toda duda, yo lo amo. Cambian las circunstancias, pero siempre hubo gente buena y mala, y mediocres, que son los peores. En toda época hay gente interesante. Creo que es mentira afirmar que los jóvenes han cambiado la pasión por la especulación. Para refutarlo basta ver el cine que hace nuestra juventud, o su música. No podemos caer en la nostalgia por la ausencia de Discépolo cuando convivimos con alguien tan talentoso como León Gieco. Además creo que se mitifican los años sesenta. Si desapareciera todo el cine, vería a Fellini, a Bergman, y a Favio, también. El cine se divide en antes y después de El ciudadano, y Orson Welles no es un director de la década del 60, ni Buster Keaton lo es, ni Mario Sófficci.

Buenos, malos, mediocres. Favio, ¿quiénes son los enemigos?

-Con máscaras diferentes, son siempre los mismos. Contra María Julia Alsogaray no tengo nada, pero si estoy enfrentado con lo que ella representa. Los enemigos del pueblo no tienen grandeza, son arteros, maquinan. Habrá que esperar el crecimiento biológico de la gente, la evolución. Hace doscientos años estaba bien visto tener un esclavo. Hoy no. Pero hablar de la situación del país por momento me resulta redundante, porque al país lo estamos percibiendo todos: los que van a leer este reportaje como los analfabetos. Todos. Aquí no hay carnet de afiliación que alivie la angustia de los hogares populares. A todos nos afecta el naufragio: peronistas, intransigentes, comunistas, radicales. Estamos expectantes ante lo que pueda ocurrir y lo único que nos mantiene a flote es la esperanza.

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