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reforma agraria en el siglo XXI
En pleno corazón de la Capital Federal se reunieron miles de productores agrarios provenientes de las más diversas geografías, para celebrar el Primer Foro por un Programa Agrario Soberano y Popular. A pocos días del inicio de la campaña lanzaron un documento con sus conclusiones, con el objetivo de interpelar al próximo gobierno que emerja de las elecciones. ¿Hay un modelo alternativo a los agronegocios con capacidad de sembrar el país y producir alimentos de calidad para el pueblo?
Fotografía: Pepe Mateos
27 de Junio de 2019

 

“Invito a cualquiera a que se tome este brebaje”. Nahuel Levaggi fue el último orador del Primer Foro por un Programa Agrario Soberano y Popular. Sobre el escenario, acababa de tomarse de un saque un vaso repleto de fertilizante agroecológico. Los más de 3500 delegados de todos los rincones del país que asistieron a las jornadas aplaudían el paso de stand up del coordinador nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). En otro vaso Levaggi vertió dos gotas de un herbicida químico en agua mineral: “¿alguien se anima a tomarse esto?”. Levaggi gritaba y sostenía en alto el vaso. Desde las gradas, con gritos de reprobación, la concurrencia se negaba. “¿Hace falta que sigamos discutiendo? ¿Falta alguna discusión más? Los tóxicos matan. No curan, matan. Basta de depender de las multinacionales, basta de depender de un modelo de producción de muerte. Tenemos que avanzar con la agroecología”.

Las arcadas que le provocaron al dirigente el fondo blanco de fertilizante natural, tan sano como desagradable al paladar, sirvieron de cierre abrupto al evento que tuvo lugar en el Club Ferrocarril Oeste de la Ciudad de Buenos Aires. Agricultores, campesinos, pequeños productores indígenas, trabajadores rurales, chacareros, empleados estatales, consumidores, docentes rurales, técnicos, sectores académicos y científicos, ciudadanos afectados por las fumigaciones, integrantes de redes de comercialización, cooperativas y PyMEs, se reunieron para debatir sus problemas, intercambiar experiencias, socializar conocimiento y fortalecerse como sector. Por primera vez el modelo agropecuario argentino fue puesto en cuestión de manera articulada e institucional por los eslabones más castigados de la cadena. Era hora de que aquello que solemos llamar “el campo”, empiece a ser definido como “los campos”.

Una diversidad de sectores del universo agropecuario que no forman parte de las tradicionales cuatro entidades gremiales que conformaron la mesa de enlace (Sociedad Rural, Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria, CONINAGRO), se reunieron para consensuar medidas de políticas públicas que los saque de su situación de emergencia. El evento se realizó justo antes del inicio de la campaña electoral, e implicó una pequeña revolución al interior del mundo campero. A la imagen de ese agro blanco que las agencias de publicidad utilizan para posicionar marcas de primer nivel, le creció un lado B.

La irrupción de este sector precarizado pone en cuestión la idea de “campo” como algo puro y monolítico tal como se impuso en la opinión pública desde el conflicto por la 125 en el año 2008.

 

quiénes son

Según el periodista agropecuario Matías Longoni, quien escribió durante muchos años en Clarín Rural y desde 2016 edita y escribe en bichosdecampo.com, “todas las representatividades en el sector, la del agronegocio, la de la mesa de enlace, la de este Foro, son marginales; el agro, cualquiera sea su color y tamaño, tiene un problema serio de representatividad; La Rural tiene una elección de autoridades donde votan solo 1200 socios; la CRA tiene filiales locales muy vacías. Yo creo que son todos intentos de representar un sector que está muy disperso, que no ha logrado fórmulas políticas, donde sus dirigentes responden a intereses muy fragmentados, donde las distancias joroban, y además tenés situaciones que a veces son hasta contradictorias entre sí. En este Foro hubo representatividades muy importantes como la UTT y el MTE, básicamente sobre el universo de los conurbanos hortícolas, rubros como frutas y hortalizas, en donde no sé si cubrirán el 80% de la canasta de alimentos pero sin duda es un porcentaje muy grande. Y eso es saludable porque es un sector que necesita ser visibilizado”.

Los organizadores calculan que en el Foro estuvieron representados más del 80% de la producción de frutas y verduras, cerca de un 70% de la cria de terneros, 50% de la producción tambera y buena parte de la porcina. Además, recuerdan que en nuestro país la producción agropecuaria familiar ocupa aproximadamente el 70% de la población rural total.  

Longoni posee fluidas relaciones con los principales actores de la agroexportación, por eso pudo percibir cómo en las redes sociales muchos empresarios decían cosas como las siguientes: “Están hablando de reforma agraria. Van a venir por nuestros campos si gana Cristina”. Aun así, la sensación que le deja a Longoni las discusiones del Foro va en sentido contrario: “Me parece sensato. Tiene un asidero en función de las necesidades de ese sector: la ley de reparación histórica a la agricultura familiar es una ley sancionada por el Congreso Nacional que no se reglamentó, y lo que se pide es que se haga; la mejora de los servicios de infraestructura, caminos, comunicaciones en las zonas productivas para el arraigo rural es incluso un reclamo de los grandes productores; que se elimine o reduzca la intermediación entre consumidor y productor es también reclamo cotidiano de todo el universo agro. O sea que hay muchos ejes de este Foro que coinciden con una línea de reclamos histórica de la agricultura más extensiva, que es la que tiene más prensa”.

 

Durante dos días miles de productores coparon, de manera literal, el club Ferro Carril Oeste. Además de sesionar en el microestadio, utilizaron también los corredores del estadio de fútbol, los salones de usos múltiples y la cancha auxiliar, sector en el cual se montaron decenas de carpas donde se alojaron algunos de los miles de asistentes que vinieron del interior del país, y donde las agrupaciones ofrecían distintos productos de su propia factura. En esa feria se podían encontrar desde frutas agroecológicas hasta dulce de leche, embutidos, miel, quesos y artesanías regionales. Tanto en los espacios institucionales de debate como en la convivencia, el nivel de logística de las agrupaciones era notorio, pues en pocos minutos armaban y desarmaban estructuras, distribuían colchones o repartían alimentos. Los aparatos gremiales campesinos, con su cotillón, sus gorras y sus pecheras, se van asemejando cada vez más al aceitado mecanismo sindical tradicional en cuanto a capacidad de organización.

El carácter plural y federal del encuentro ayudó al color de las jornadas, con mezcla de indumentarias y tonadas. El pintoresco paisaje era mirado con asombro por los socios del club porteño que se escabullían entre los asistentes para llevar o retirar a sus hijos de las actividades deportivas citadinas.

“Mientras funcionó, el sistema creció exponencialmente, por eso la extensión de soja se comió cuatro millones de hectáreas de bosque. Pero ya no va más, la horticultura tradicional anda pésimo porque compran en dólares semillas e insumos carísimos, y venden en pesos a una población que va perdiendo capacidad de consumo”.

 

agroecología

Javier Scheibengraf, más conocido como “la Chueca”, cordobés e ingeniero agrónomo, conduce el Consultorio Técnico Popular (CoTePo), dispositivo de la UTT que se encarga de desarrollar las capacidades técnicas en los horticultores. Dan talleres por todo el país, en un sistema que llaman “de campesino a campesino”. La idea básica es capacitar en el desarrollo de tecnología para producir sus propios plantines y semillas, además de fertilizantes, plaguicidas y fungicidas, todo sin químicos, de manera sana. CoTePo también se encarga de resolver cualquier problema de carácter técnico-productivo de las más de 16.000 familias que la organización agrupa. Del total, cerca de unas 200 se dedican exclusivamente a la agroecología, superando las 9 mil toneladas de producción anual solo de orgánico, y la tendencia es creciente. “Los problemas son bastante sencillos, se resuelven, ya le encontramos la vuelta; en Buenos Aires, Mar del Plata, Jujuy y Corrientes hemos hecho pruebas muy exitosas en producción hortícola, pero también se ha avanzado en producción de frutas tropicales, banana, maracuyá, mango. El camino se va abriendo”, cuenta Scheibengraf. “Problemas de plagas es lo más urgente. Con jugo de ajo, ají, jengibre, agua de mar, algunos yuyos, ortigas de tres días, y hay excelentes resultados, una pasada y sacamos al bicho, se puede aplicar también a gran escala, lo estamos haciendo y funciona perfecto. Son soluciones al alcance de la mano, con controles simples”.

Consultado sobre la repercusión de la agroecología en las familias acostumbradas al modelo clásico, agrega: “Los compañeros están muy contentos porque con este modelo en dos o tres meses ven resultados y cambios que no lo pueden creer, la verdadera innovación nuestra es que incorporamos biología a los sistemas productivos, los llenamos de bacterias, de hongos benéficos que mejoran los procesos internos del suelo, microflora, microfauna, y todo hecho en base a productos que están en cualquier campo. Es imposible generar de un día para el otro un sistema distinto; pero estamos haciéndolo”.

Según “la Chueca”, la clave de la transición hacia lo ecológico no tiene que ver solo con sus virtudes; además el modelo de producción actual está llegando a un límite: “Mientras funcionó, el sistema creció exponencialmente, por eso la extensión de soja se comió aproximadamente cuatro millones de hectáreas de bosque. Pero ya no va más, la horticultura tradicional anda pésimo porque compran en dólares semillas e insumos carísimos, y venden en pesos a una población que va perdiendo capacidad de consumo. A los sojeros tradicionales el glifosato que les costaba cerca de 20 dólares la aplicación del herbicida (son tres aplicaciones promedio) ahora les cuesta 100 porque además las malezas se volvieron más resistentes. También está el costo financiero que tienen para poder pagar los insumos. Están ocupados en eso, buscar la guita en el banco para comprar los insumos para producir, para poder devolverle al banco y así en una rueda que no salen nunca. A ellos se les pudrió el modelo RR de siembra directa, el glifosato se clavó, no funciona más”.

Por primera vez de manera democrática e institucional, el modelo agropecuario argentino se puso en cuestión por los eslabones más castigados de la cadena.

 

más allá de la reforma agraria

En el inicio de las sesiones del Foro, Zulma Molloja, referente de base de los horticultores bolivianos organizados, dijo: “Necesitamos una ley de acceso a la tierra, no queremos que nos regalen la tierra, queremos pagarla, en cuotas, en vez de pagar un alquiler, que nos den un pedazo de tierra que siempre hemos querido, que siempre hemos anhelado, y vivir dignamente con nuestros hijos. Estamos cansados de los intermediarios que vienen a las quintas y nos pagan un peso, y a veces ni nos pagan. Queremos la agroecología. Queremos cambiar el modelo de producción. Necesitamos políticas públicas para nuestro sector”.

Jorge Srodek, productor agropecuario y jefe de gabinete del Ministerio de Agroindustria del gobierno bonaerense de Vidal, estuvo presente en el Foro. Según su visión, “El tema es de tal magnitud que lo que hagas no alcanza. Es un sector que ha sido ignorado por todos los gobiernos. Pero hay un montón de asistencia que sólo tiene sentido si la tierra es de los horticultores, por ejemplo invertir en las estructuras de los invernaderos, que no se puede hacer si están con un contrato precario de alquiler. Por eso estamos impulsando la ley de acceso a la tierra, que en mi opinión es el meollo de la cuestión, ahora está en la legislatura, y ojalá se vote”.

Más allá de la omnipresente consigna histórica de reforma agraria, el encuentro asumió un discurso accesible distante de los planteos abstractos. En el espíritu del Foro primó la búsqueda de respuestas precisas a demandas concretas, en lugar de pensarse como un espacio de elaboración experimental o utópico. La irrupción a la faz pública de este sector precarizado pone en cuestión la idea de campo como algo puro y monolítico, idea que desde principios del siglo XX, pero muy particularmente desde el conflicto por la Resolución 125 en el año 2008, los sectores vinculados al mercado mundial lograron imponer a la opinión pública. La sola visibilización de semejante multiplicidad de prácticas aparece como algo disruptivo y, luego de los verdurazos, los campesinos mostraron en el Foro la capacidad de reunirse y sacar conclusiones en la búsqueda de un Programa Agrario Soberano y Popular. La elección del momento no fue casual: ahora que comienza la campaña, es tiempo de tomar nota y escuchar.

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