los versos del exilio | Revista Crisis
crisis eran las de antes / noviembre de 1986 / vaarwel, amsterdam
los versos del exilio
Hace 40 años, en noviembre de 1983, Vicente Zito Lema regresaba de su exilio en Holanda. Vaarwel, Amsterdam es el nombre del largo poema que escribió en esa ocasión y publicó años después en la revista Crisis 48. Acá algunos versos de aquella despedida de Europa y aquel regreso.
10 de Noviembre de 2023

 

Espesos cielos

pardos de noviembre; un ardiente frío muerde

mi pecho como un yaguar en celo,

Camino sin prisa por entre ramas doradas

a la vera del Marnixkade

Sintiendo que mi cuerpo /paso a paso va

dejando en los huecos de las sombras

la humilde paz de sus días;

 

Estas calles: piedra sobre arena gruesa y las arenas

apenas cubriendo el agua / cerca muy

cerca el quejido de un náufrago olvidado/ el

glok-glok de las olas

sin tiempo y la vieja canción que se alza

desde un lecho de algas

en este mar donde antes

navegaba el barco

ahora el marinero

arrastra su caballo.

 

Estas casas de ladrillos y maderas

crecidas en el aire

como una enredadera de milagros,

Rojas y desnudas, las casas,

frente a una lluvia de plata colada

que eterna va

y viene y la boardilla en lo alto

para esconder el sollozo del extranjero

que perdida su patria rasga

a dentelladas la máscara

que lo ahoga.

Mientras sube desde el fondo de la nueva tierra

la vieja canción

en este mar donde antes

navegaba el barco

ahora el marinero

arrastra su caballo

 

Me asombra tu silencio

Me abrigo en tu misterio

Tiembla mi figura en los hilos de tu gran canal

junto a las ramas dolidas de los olmos,

Vaarwel Amsterdam / Hasta siempre ciudad de

las dos orillas que recorren el sceler

de punta a punta los cien organitos,

Ciudad de los 700 años y del cielo de

entera gasa

donde la diadema

de la dama de la noche crece

más que hierba salvaje

muy de prisa;

 

Que haya una buena despedida entre nosotros /amorosa

¿por qué no? / con media luz

de lámparas rosadas / con impromptus de ab

Schubert y acordeones del Jordaan surgiendo

tras ventanas embellecidas por vecinas celestes

que toman copitas de vino dulce

y tejen crochet en la espera

de un hada que cierre

con suavidad sus ojos;

 

Nos separamos por mi culpa cierto / pero

No olvides que bailan en mi corazón

ancestros latinos

capaces de amores melodiosos

Aun cuando soplan los vientos turbios del desierto

que queman las vides

y alteran el vuelo del colibrí

redondo

sobre las flores, redondo;

 

¿No has visto Amsterdam que mi espalda

es ancha

como la de esa gente de lengua extraña que

baja a la bodega de tus barcos?

Voy a cargar mis muertos sin entierro

ni corona de calas

Que esperan cansados ya

de tanta luna amarga;

 

Vuelvo a la mía

ciudad sureña (7 años entremuerta)

Un cuerpo que cede, sin deleites,

en busca de resurrección y sus despojos

como noche vieja, llevados;

¿Dónde está la mecedora de caña

para escuchar en el patio callado

el viento?

 

¿Qué fue del cuaderno inocente

con los sonetos de amor?

¿Y del alma ensimismada

que los escribió de prisa?

¿Ya no suenan las músicas

para el vals de los 15

que no bailé con mis hijas

bajo la osa mayor?

¿Quién sentó la tristeza en mis rodillas?

¿Cómo se secó la alegría entre blancas nubes

y nubes negras?

¿Habrá una mano que abrirá la puerta

cuando vuelva?

¿O apenas veré la sombra que me arrojará los perros,

y los dioses ajenos como siempre,

furtivos como sólo ellos?

Oh voces, todas las voces en mi cabeza que arde

Breve de fuego

Sin más luz que la muerte, derramada;

 

Pongamos Amsterdam el corazón sin miedo

sobre la mesa

En cualquiera de tus cafés marrones

Con piso de aserrín

Con humo grueso de invierno

Verás que no oculto ningún as y los fantasmas

afuera, en el umbral, temblando, esperan

Cargo fama de loco y prontuario de guerra

Es propio de un poeta de estos tiempos

Haya tempestad

O luna en el río de noviembre, plena

Pero ni el mayor enemigo me acusó jamás

de esquivar el bulto

o compartir una copa mientras reluce el odio

Sin tonto orgullo te digo que supe cuidar el alma

en los instantes delicados, cuando

la sentencia es breve, la línea de

la vida, frágil

y los cisnes en su lago sin viento,

vencidos,

quedan;

 

Toca ahora lo más difícil: envejecer

de buena manera

¿Para qué celos y disputas?

Nos hemos llevado bien ciudad pequeña

de los cuatro canales circulares

y del mercado de pulgas

y del mercado de diamantes y del parque

del poeta Vondel

donde se adora al sol

de junio

y se elevan fogatas de hachís

¿No me has visto bicicleteando los domingos

junto a la muchacha que vino de Oegstgeest

con sus ojos transparentes?

 

El punto negro han sido mis borracheras

de solitario. Que te pongas oscura

a las dos de la tarde

es duro de llevar,

Soy un hombre nacido bajo claridad feroz

Y mariposas y moras

en el bañado cercano; Albas,

ay, aquellas albas...

No quiero cargarte de melancolías -oigo llegar

a rajacincha los caballos-

Pero si tus compañeros en la vida se silencian

en un zanjón,

púrpuras las aguas, de pronto, teñidas,

Ya no habrá alegrías inocentes

Cada paso que das pide permiso

al otro

Y la sábana donde haces el amor

huele como sudario;

 

Aleja de mí la visión que oprime y deja

que te desvista esta noche,

mi doncella,

Nunca quité a Gardel de mis oídos

Y sin embargo me entregué a vos,

entero y fiel,

Urbe de las lluvias más dulces del orbe

Y de la calma religiosa que poco alteran

los músicos y los tranvías

que se reúnen por enjambre

en las mil esquinas de Leidseplein

bajo la nieve que me besa;

 

en este mar donde antes

navegaba el barco

ahora el marinero

arrastra su caballo

¿Llegaré a ser Amsterdam el hijo cariñoso,

pródigo tal vez, que viajará hasta las costas

de crímenes gigantes

y hojas de aquí y de allá, al azar,

movidas,

hojas crujiendo, pálidas-viejas,

sin memoria,

día tras día, cabeza baja?

 

Cuando me preguntes por vos, ciudad de reinas

Diré que has sido mi única en Europa

de toda maravilla

Más que Florencia o que Venecia las muy soberbias

de su pasado

Más que Brujas con su muro de niebla

para pasiones de adultos

Más que París que resultó hostil

a pesar de su Gare du Nord y las otras

estaciones de trenes que me embriagan

Más que Lund de Suecia a la que pocos llegan

y donde crecen las rosas

sobre el hielo;

Pero los nuestros Amsterdam son asuntos

más íntimos

¿Recuerdas la casa en la calle del árbol?

Allí vivía mi muchacha a la que amé

desde que vi posarse una gota de lluvia en su nariz

Todo sucedió tan simplemente como una estrella fugaz

Yo recién llegaba escapando de la muerte

Ella me guió hasta el Tropen Museum

para que leyera mis poemas

Pasando primero por la Centraal Station

con deseos de comprar papas fritas y cigarrillos

y de besarnos;

 

A las pocas noches compartimos la pieza / y la cocina

donde también nos bañábamos / helados como joyas

"Duerme a mi lado en la alborada", recitaba,

después de cabalgar alrededor del mundo

con la ventana abierta,

Nunca me he cansado de mirarla

Y lejos, en lo alto, un cielo de rojo sobre rojos,

quizás incendiado;

 

Yo le contaba historias severas, tristes como

las fugas,

"Destapa mis ojos, para que mire" -Salmo-,

le pedía,

"mis sueños perdidos",

Ella me acariciaba la cabeza como si fuera

un niño

que por cuestiones de sueños

se lastimó demasiado,

Yo llené las paredes con libros de poemas

donde mis amigos vuelven a ser jóvenes

eternos que se burlan de la parca

impía que ahora los retiene

Ella traía todas las mañanas

alegres ramos de margaritas blancas

-sin olvidar sus arenques y mi pan

de centeno-

Juntos construimos la mesa / la cama / y una

ducha en el placard

-amarilla pastel, pintada, como una

playa virgen

del océano grande (donde se emparejan las ballenas

y la espuma, frenética, se alza en catedrales)

Nuestra mayor riqueza eran los campos de trigo

de Van Gogh, sus soles varios

empecinados en destruir las negruras y los azules

plateados de Vermeer (la cuerda para escalar los cielos)

que rastreábamos palmo a palmo

por tiendas de segunda mano,

Ella tocaba seriamente con su violín

estudios de Bach

y romanzas de Scarlatti y su rostro

parecía más que nunca

una madona del norte

 

Yo le enseñé a bailar el tango y a cantar

en las horas terribles Los mareados

Grandes fiestas con mi cuerpo pesado y con su

cuerpo frágil

Grandes silencios para escuchar su alma

de cajita de música

y mi alma de pesadillas,

Con nuestras furias crujía la casa

Un león y una pantera en acecho

listos para despedazarse

Pero volvía el amor -siempre volvía, con pasos de danza-

y nos embarcábamos en el ferry que cruza el puerto

con ilusión de viajeros rumbo al llamado

del paraíso

En verano recorríamos las orillas del Amstel y

levantábamos campamento en los lagos

cercanos con piso de guijarros

Lo mejor después de tanta marcha

era vaciar la botella de vino

bajo la vieja luz de las estrellas

y después abrazarnos con mucho cuidado

en la carpa estrecha

En invierno veíamos películas italianas

o españolas en el Movie

previo mi vaso de ginebra y su chocolate caliente

escuchando jazz en un vestíbulo

donde entre gatos dormita

la belleza

Hicimos libros a mano con la misma pasión de Gutenberg.

Vendimos empanadas por las plazas en el día

de la reina

y en las fiestas barriales

con el pudor a nuestro lado

como un perro faldero

¿Donde fue que no fuimos contando yo, a bocanadas yo,

lo que pasaba en el país que está de olvido

y siempre gris

y leyendo mis poemas

que ella traducía con infinita paciencia

al neerlandés?

Nunca vi una mujer tan hábil con las máquinas

que armaba y desarmaba y la grasa curiosamente

colgada de su mentón

como el zarcillo de una reina africana

(Yo aprovechaba el momento para soplarle la nuca)

Claro que también tejía

Ropas y tapices con grandes mariposas

generalmente verdes / que podían volar

y que volaban-alrededor de la lámpara, pronto

en la floresta-

Le quité miedos / me quitó prejuicios

Mi placer era verla desnuda

saliendo del agua

igual que una venus de Boticelli

Ella se dormía feliz sobre mi pecho

y soñaba en voz alta

en su lengua natal, áspera como la bruma;

 

En septiembre del 82 en la calle del árbol

En nuestra pieza de blanco que ciega (purísima ave)

Mi muchacha que vino de Oegstgeest, su pelo es de

oro viejo, un gato en la leche

su sonrisa,

La ayudé bajo la ducha para que

hiciera fuerza y

Mojados / gozosos / temblando vi

cómo mi hermosa muchacha

se abría corola de nácar

para otra vida

Que puso en mis manos

ay de mí, esa vida / la vida que arde

(La pieza de la calle del árbol fue aquella tarde

una fiesta de dioses

en el extenuado girar de la Tierra,

Guitarra y bandoneón, flores, brindis sin derrota y

los amigos pasándose la botella

rápidos como alazanes); .

 

en este mar donde antes

navegaba el barco

ahora el marinero

arrastra su caballo

Es el último domingo en Amsterdam

Escribo mirando el lento caer de las hojas

El movimiento de esa agua oscura

que mañana será hielo

Osada una gaviota se acerca a la ventana

Regine y la dulce Aimée duermen sobre una manta

junto a la estufa de fierro

Todo lo que teníamos fue enviado por barco

Aquí pronto reinará el silencio y nosotros

seremos el pasado

Me voy ciudad de las tres cruces y del pasadizo sin

fin de Anne Frank y del tiempo que pesó

Spinoza con su balanza alada

Ciudad donde viví el exilio

con el rostro socorrido en tu regazo;

 

Cuentan que en la Torre de las Lágrimas despedían

al que marchaba mar afuera

Eran flechas lanzadas al destino

¿Me despedirás tú a mí ciudad?

¿Buen augurio para el poeta que se embarca

hacia la noche profunda -la patria no se explica-

con pasaje de ida en el bolsillo

y sin rama de laurel?

 

La única derrota es un corazón desnudo

Vaarwel Amsterdam

Me llevo a la muchacha de la gota de lluvia

Y a la niña que nació con galas de otoño

Te dejo el poema de la partida y los otros

que escribí desde que pisé tu orilla

Sé que hubo buen trato entre nosotros

Sin sombras de usura

Juego a cara o cruz la moneda de la vida

como era de esperar

Mientras la noche extiende su terciopelo

en la pequeña ciudad del paralelo 52

al norte del planeta.

 

Amsterdam, noviembre de 1983, en la partida.

(Revisado en el invierno de 1986, en Buenos Aires)

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