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guerra y capital en las elecciones bosteras
En 2019 el macrismo perdió las elecciones en Boca a la par que su máximo referente era derrotado en los comicios nacionales por el Frente de Todos. Ahora, envalentonado por el triunfo libertario, el ingeniero volvió con furia para recuperar el trono del club más grande del país. Pero quien lo venció de nuevo fue nada más y nada menos que Juan Román Riquelme, el mayor ídolo popular de su historia, con la pelota siempre debajo de su diestra mágica.
15 de Diciembre de 2023
crisis #60

 

“El que va a la justicia lo hace porque sabe que pierde”. Esa definición circula en el ámbito del fútbol profesional argentino y se comprueba en casos recientes como San Lorenzo, Independiente y Vélez, donde las elecciones de comisión directiva terminaron en tribunales civiles por conflictos en el armado de los padrones o la ecuanimidad de las listas. En otros casos, la definición estuvo en la Inspección General de Justicia (IGJ), que es el organismo que supervisa a las asociaciones civiles en Argentina, entre las que se encuentran los clubes. Pero esas operatorias nunca alcanzaron el volumen que tuvieron en Boca durante el final de 2023, que encontró una resolución el domingo 17 de diciembre con el arrasador triunfo del oficialismo liderado por Juan Román Riquelme (JRR). 

El poder judicial de la Ciudad de Buenos Aires dio luz verde a la votación que debió llevarse a cabo el sábado 2 de diciembre después de protagonizar gran parte de la campaña electoral. La causa que tramitó el reclamo de la oposición por la legalidad de una indefinida cifra de socios habilitados para el sufragio cambió dos veces de magistrada por incompatibilidades que rozan lo insólito, ya que tanto Alejandra Abrevaya como Analía Romero tienen vínculos con Boca bajo el método mismo que se denunciaba. 

Luego de casi tres semanas de tensión, el candidato a presidente Andrés Ibarra afirmó que respaldaba votar antes del fin de año, cuando todo indicaba que recién habría fecha para marzo próximo. Pero antes fue el exministro de Modernización del gobierno de Cambiemos quien había firmado las denuncias que llevaron todo hasta ese punto, y Mauricio Macri, candidato a vice, quien las amplificó poniendo voz y rostro en los medios y todo su aparato para influir en la Justicia. Sin embargo, la clave opaca de estas elecciones fue Daniel Angelici. 

El dueto opositor evitó referirse a él porque es un apellido que quedó marcado a fuego tras aquella final contra River en 2018, que terminó en Madrid luego del poco ímpetu dirigencial para discutir las responsabilidades en la agresión al micro de Boca cuando llegaba al Monumental para el partido de vuelta. El Tano fue —de facto— el jefe de campaña e indispensable articulador judicial del barro en el que se jugó, a todas luces un error estratégico en vistas de los 30 puntos de ventaja que obtuvo JRR para convertirse en el dirigente deportivo más votado, según dicen quienes siguen esos números, de la historia nacional. 

Angelici no solo es el titiritero en Tribunales, también puso nombres. Al mirar la lista completa de la oposición, los puestos estuvieron cubiertos por exintegrantes de sus dos gestiones como presidente. Las excepciones son pocas, como Edgardo Alifraco, legislador porteño libertario, o Daniel Artana, asesor económico de Patricia Bullrich. 

También estuvo en la lista de la derrota el garrochista Mario Pergolini, quien fue parte del oficialismo actual durante unos pocos meses y el domingo no concurrió a votar. Pasó casi desapercibido porque también fue el mismísimo Macri el que decidió ahorrarse el mal momento de ir al club en la fecha señalada. No parece haberse equivocado, ya que el solícito presidente de la Nación, Javier Milei, sí fue y recibió un repudio compacto a una semana exacta de haber asumido. Casi nadie sabía que era socio activo, así que su paso por La Bombonera fue sorpresivo y será recordado como, acaso, el primer acto de resistencia popular en su contra.

 

cancha embarrada

El porrazo de Macri en estas elecciones abre un escenario desconocido para su carrera política. Hay quienes interpretan que su encendido arrojo sobre las condiciones del juego electoral fue por el terror ante la posibilidad de que su tiempo en el club haya pasado. Macri se autopercibe —y en buena parte lo es— forjador del mejor último cuarto de siglo de la institución, del mismo modo que de la historia de JRR. Pero el astro bostero y presidente electo, le niega gesto alguno de agradecimiento desde hace no menos de 20 años. Incluso se regodea diciendo que “nunca fui empleado”.

Macri se ilusionó con el apoyo que pudiera brindarle Javier Milei en los primeros meses de su aventura presidencial. “Cuenten con la herramienta”, respondió en Twitter ante la pregunta que le hizo un macrista sobre si iba a sumar la motosierra “para acabar con el populismo que gobierna en Boca”.

Un tajo doloroso supura en el hijo de Franco: no hay foto o video de la gloria que lo tenga como protagonista. El que pagó los sueldos no es el héroe que le ganó al Real Madrid en Japón, que se cansó de bailar brasileños, y nadie jamás usará una camiseta con su nombre en la espalda. Y a medida que las generaciones de socios se renuevan mientras las Libertadores prometidas no llegan, la única ventana a la felicidad continental está en YouTube, donde Román siempre sonríe.

En perspectiva, desde Messi hasta el más impedido de los humanos que estén jugando al fútbol en este momento, cuando se ponen las manos atrás de las orejas como el Topo Gigio, se están burlando de Macri. Perder como perdió estas elecciones de 2023 puede significar el comienzo del fin del macrismo en Boca.

La lucha de Macri, sin embargo, es cultural, totalizadora. Desde hace un tiempo a cargo de la vaporosa Fundación FIFA, fruto de su excelente vínculo con Gianni Infantino, aspira a transformar la matriz societaria de los clubes en Argentina. El país campeón del mundo vive una anomalía, dado que casi no quedan naciones de primer orden futbolístico que impidan las sociedades anónimas deportivas (SAD). En campaña, Mauricio lo dijo en voz alta: seamos el PSG (Paris Saint-Germain), que ingresen inversionistas. Lograrlo en Boca implicaría, desde su perspectiva, un efecto dominó.

 

Hoy tal cosa parece lejana, cuando buena parte de los clubes del país se expresaron en contra de las SAD y una votación en la AFA rechazó de manera unánime la moción. Hay algo más sobre este aspecto: en un cambio de modelo así, la estructura de agrupaciones de socios perdería toda importancia, porque la vida política electoral del club desaparecería. ¿Qué cálculo hacen entonces esas agrupaciones que fueron la columna vertebral de la candidatura opositora? 

Algo de eso se cristalizó en comentarios durante la elección cuando Macri cometió la infamia de subirse a un avión rumbo a Arabia Saudita. “Este tipo no va nunca al club y nosotros ahora tenemos que poner la jeta todos los días con los socios después del quilombo que hizo”, protestan. 

Más allá de este nuevo desaire a sus bases, la propuesta del Ingeniero encuentra asidero en la hibridez que de hecho existe en el fútbol argentino, ya que aparecen instituciones que de asociación civil solo conservan la manera de emitir facturas. Uno de los casos es Agropecuario de Carlos Casares, fundado por el sojero Bernardo Grobocopatel; Deportivo Riestra, de la mano del abogado energizante Victor Stinfale; Defensa y Justicia, bajo el control de Christian Bragarnik; o Talleres de Córdoba, donde Andrés Fassi importó desde México el modelo de gestión pero sobre todo el efectivo. 

Huelga decir que el fútbol es un canal de lavado de activos en todo el mundo, pero lo extraño en nuestro país es que los inversores ingresan a instituciones que al menos en su estatuto se definen como sin fines de lucro.

Macri se ilusionó con el apoyo que pudiera brindarle Milei en los primeros meses de su aventura presidencial. "Cuenten con la herramienta", respondió en Twitter ante la pregunta que le hizo un @ macrista sobre si iba a sumar la motosierra "para acabar con el populismo que gobierna en Boca". De hecho la operación escaló: el nuevo primer mandatario nacional publicó una foto de Emmanuel Macron, primer ministro de Francia, sosteniendo una camiseta del club. La tela llevaba el autógrafo de Milei con el característico "viva la libertad carajo!”.

Según la periodista Louise André-Williams, del portal galo Mediapart, la gestión fue de Macri. También fue el primer puente pro-occidental para el nuevo gobierno libertario, a priori más cerca de Marine Le Pen que de un Macron que, dicen, no sabe en el lío en que se metió después de esa foto. 

Los siete minutos que Milei y su decena de custodios pasaron en Boca para votar bastaron para resaltar las prioridades presidenciales en el día siete de su gobierno. Mientras en Bahía Blanca se le esperaba un gesto -que luego ocurrió, pero esa es otra historia delirante- por los 13 fallecimientos en el temporal que arrasó la ciudad, eligió primero a su aliado. Y todo para nada.

Sobre el eco del resonante fracaso, toda la campaña electoral bostera tuvo al líder espiritual del cambio en la Argentina aferrado a la táctica de la cancha embarrada: que el rival no juegue ni pueda decidir nada. Eppur si muove, retrucó JRR.

 

management plebeyo

Hace un mes que JRR no para de escenificar intervenciones públicas inolvidables. El domingo 3 de diciembre quedará registrado como su traspaso desde el fútbol hacia la política. O mejor: hacia el liderazgo político. La fecha en que debiera haberse votado tras el primer aplazamiento —producto de un pedido de personas de confesión judía por el shabat— fue una procesión de 35 mil personas en éxtasis que lo fortalecieron como ídolo máximo de la institución. 

Hasta acá, los casi cuatro años de gestión fueron para él de aprendizaje en las artes de la institucionalidad, lejos de la pelota. Según refieren quienes lo ven en las reuniones directivas, puede parecer que habla muchísimo, pero pasa buena parte del tiempo escuchando.

La elección de octubre de 2019 se definió a favor de Jorge Amor Ameal gracias al ingreso del astro en la lista. Su condición fue ocuparse del fútbol profesional, sobre todo para instruir mejoras en el campo de juego de la Bombonera (ahora tiene derecho a gritar, como Macri, “¡no se inunda más!”) y en el predio de entrenamiento de Ezeiza, su oficina de pasto. 

El contacto estrecho con los entrenadores de inferiores, que nutren buena parte del plantel de Primera y dieron fruto al Boca sub 20 que es vigente campeón intercontinental, también lució en la multitudinaria marcha: Blas Giunta, el Chelo Delgado, Raúl Cascini, Pablo Ledesma, el Chipi Barijo y más responsables de los chicos del club se apretaron con él en la camioneta que los llevó cantando junto a la gente desde el Parque Lezama hasta el estadio Alberto J. Armando. 

Todos exjugadores y habituales comensales de los asados que promueve JRR. Esa costumbre culinaria que suele ser narrada con escarnio por buena parte del periodismo deportivo es otro de los espacios donde, dicen, mejor se entiende al exenganche. La retórica del “club de fútbol” se basa en eso: discutir cómo mejorar al lateral izquierdo de la octava división o si el chileno Arturo Vidal tiene lo necesario para ponerse la azul y oro.

JRR encarna un management plebeyo que espanta al universo hiperprofesionalizado, de jerga empresarial, tan propio del Boca macrista como del River financiero de la última década. También a su alrededor aparecen referentes que siempre acompañaron a Ameal y hoy cumplen roles clave, como el secretario general Ricardo Rosica, curtido empresario del Mercado Central. Completa el círculo de confianza Cristian “Chanchi” Riquelme, hermano de JRR, su nexo directo con la política del club y principal objetivo del armado judicial de Angelici.

 

JRR dio sus primeros pasos como dirigente en las peores condiciones macroeconómicas posibles. La pandemia fue un misil en la línea de flotación del fútbol, y esas dificultades no solo se expresaron en el juego deslucido e inconstante del equipo. La administración de la escasez y los problemas abrió una grieta en la comisión directiva, que terminó bien en los balances pero deterioró las relaciones entre quienes se ubican en segundas líneas. 

El conflicto se simplificó bajo el título “Riquelme y Ameal no se pueden ver”, pero el diálogo entre ambos es tan fluido como siempre. A nivel político, la voluntad del enganche de ser candidato presidencial traccionó una migración de referentes que se aleja del armado del histórico dirigente de 75 años. Ahora es JRR el que conduce y Jorge el que acompaña.

Tres semanas antes de la elección que no fue, un integrante de una agrupación oficialista destacaba que “el Coti sigue acá”. Enrique Nosiglia es, entre muchas otras cosas, referente de la agrupación “Por un Boca mejor” y la mitad no angelicista de la UCR en el club. El nosiglismo aporta aparato a la campaña y se expresa abiertamente en contra de Macri, a pesar de que sostienen que lo que pasa en el club no tiene mucho que ver con la política nacional.

En esos días previos al triunfo de JRR y Ameal hacían referencia a mediciones propias entre socios activos, que mostraban que había demasiada gente votante de Bullrich o Milei que valora bien a Macri por la historia pero aún mejor a JRR y prefería elegir su boleta cuando llegara el momento.

Juan Román Riquelme encarna un management plebeyo que espanta al universo hiperprofesionalizado, de jerga empresarial, elitista, tan propia del Boca macrista como del River financiero de la última década

A pesar de la épica, el punto débil de JRR seguirá siendo su hermano Christian. Celsa Ramírez, fiscal porteña señalada como parte del riñón del Tano, sigue con insistencia una denuncia por la venta de entradas falsas que involucraría al Chanchi y a Rosica como partícipes necesarios. 

Dio vueltas por WhatsApp la filtración de un audio donde una mujer habla con el hermano de JRR para aclarar qué nombres iban en una lista de ingresantes. Desde el oficialismo dicen que no hay delito ahí, ya que es probable que tuviera que ver con un partido de la Copa Argentina, donde la AFA vende lotes de entradas a los clubes, que a su vez las ofrecen a las peñas del interior del país. De cualquier modo, es un flanco expuesto, porque la victoria electoral no desarma al contrincante de sus múltiples recursos.

 

puñal cambiemita

JRR parece tener el as de espadas. “Yo quiero ser feliz en Boca”, repite como un mantra. No pretende intendencias, bancas o gobernaciones a las que acceder usando la camiseta como trampolín. No así Macri, que llegó a la política por Boca y en su paso por el Ejecutivo nacional ya demostró que no hace nada con altruismo.

En resumen, hasta la suspensión de las elecciones, los argumentos de Macri eran los que usaría cualquier opositor en Boca: nos queda chica la cancha, se administra mal el club, las compras de jugadores no funcionaron, pero sobre todo critica la desprolijidad y los problemas en la Justicia. De fondo, la crítica es directa a JRR: no sabe lo que está haciendo. No sabe porque no es empresario.

El vice tiró una de aikido, usando la fuerza del contrario. “Yo hice hasta séptimo grado”, aclara, pero luego muestra que sabe lo que es bueno para el club. Mejora el campo de juego, porque el que se dedicó al fútbol sabe lo que significa. Si le critican al plantel, lo llena de elogios sin importar el resultado porque sabe que eso pone a los jugadores de su lado. 

La refutación a este Macri llega del mismo modo que lo hace con la Justicia: les discute la humanidad. “Yo no sé con quién come todos los días este señor, si habla con sus hijos”, dice y contrasta con la constante referencia a su madre —la María— o a su hijo Agustín. Ante el poder seco, gris e indiscutible que expresa Macri, se rebela desde un auténtico costumbrismo popular. “Vienen a hacer política con el club”, dice y el puñal cambiemita se clava en carne propia.

 

Ese arraigo en las bases bosteras explotó al punto de que fue JRR el transportado hacia las calles por el clamor en redes —que impresionó por la moderna campaña que puso en marcha desde el oficialismo. Error no forzado del ingeniero: con sus denuncias reafirmó como nunca la identificación de JRR con las multitudes boquenses. El 10 logró la alquimia para decir que Ibarra-Macri, en camino a la imposición de las SAD, querían robarles el club a los socios. 

“La intervención/ la intervención/ se va a la puta que lo parió”, fue el grito de guerra en la caravana del domingo 3 a la par de “La mafia tiene miedo”. Aparecieron anticuerpos populares frente al flamante gobierno de Milei. “Con Boca no se jode”, fue el hit del día de la multitudinaria elección. Macri amenazó una fibra íntima y prohibida en el espíritu bostero.

En esta lucha, la última carta del macrismo estuvo, otra vez, en la Justicia. El escenario era una posible intervención del club por parte de la IGJ, con el consiguiente apartamiento de la actual comisión directiva, o incluso un pedido de detención del Chanchi. Durante algunos días, desde la dirigencia decían por lo bajo: “En Tribunales somos recontra visitantes”. 

JRR estuvo preocupado y se notó en algunas entrevistas. Habló de la posibilidad de que él o su entorno tuvieran un “accidente” o que “le pongan algo en el auto” a su hijo. Todavía escuece la cicatriz de aquel secuestro extorsivo sufrido por el Chanchi en 2002 mientras se llevaban a cabo las negociaciones de su venta al Barcelona. Para el 10 nada es casualidad con expresidente. “Yo a este señor lo conozco hace veinte años. Me alegra que la gente se entere de lo que son capaces”, acometió en los días previos al comicio.

Sin embargo, contra todo pronóstico, la instancia de Casación porteña señaló que desestimaba la denuncia del macrismo sobre los socios nuevos por un error de origen. Traducido a un lenguaje corriente, el fallo regañó a los abogados por haber dicho que el problema era la fecha de su inclusión, en lugar de discutir la condición misma de socios activos. Puede presuponerse que varias cabezas habrán rodado ante tamaña desprolijidad. Pero también vale especular con una falta de apoyo por parte de Milei a un golpe institucional en el momento crucial. Es territorio de hipótesis si lo que faltó ahí fue compensado con la asistencia a votar.

Sobre el tiro de largada hacia las urnas, la jueza Abrevaya batió récords de partidismo al hacer lugar a un recurso de la oposición para que los 13 mil socios discutidos durante semanas voten en mesas separadas con veedores especiales e incluso cámaras para filmarlos. Sin registrar el gesto antidemocrático, un desencajado Macri planteó: “Si votan parecido al resultado final de la elección, acá no pasó nada, es un disparate pero no tuvo incidencia en la votación. Pero si están en el famoso 95-5 del cual habla Riquelme siempre y en el resto es mucho más pareja, estamos frente a un fraude". Solo concurrieron 6500 pero la derrota fue proporcional.

 

dejen jugar

¿Y los socios? La base de personas que paga todos los meses una cuota es de alrededor de 350 mil, pero solo quienes son activos tienen derecho a ingresar a la cancha y a votar. En los expedientes judiciales, la razón para la suspensión de las elecciones es el modo en que se incorporó en 2021 al último contingente de adherentes, que solo pagan por tener carnet. El macrismo dice que esos 13 mil fueron a dedo, solo eligiendo a los proclives al ídolo de las canchas. Vale recordar que, antes de las elecciones de 2019, Angelici aumentó por el mismo método el padrón en alrededor de 51 mil personas.

Hay que pensar lo que significa para un adherente su cambio de clase social: es mucho más probable que elijas a quien te dio la chance de llegar a los plenos derechos boquenses y en especial ingresar a la cancha. La excepción a la regla es el extraordinario triunfo de Ameal-Riquelme en ese 2019 porque subió mucho la participación (más de 38 mil votantes) corriendo contra el caballo del comisario.

Ibarra-Macri proponen un estadio para más de 100 mil personas, a algunas cuadras de la Bombonera. El render publicado es impecable, pero cuando se consulta en la Legislatura porteña dicen que no hay forma de que un solo barrio tenga dos canchas separadas por pocos metros. Enfrente, Riquelme afirma que moverse un metro del lugar originario es perder el corazón.

Acá entra en juego algo todavía más difícil de equilibrar: si agrandás el padrón, también agrandás la demanda de ingresos a la Bombonera, que es capaz de alojar un número indefinido pero que ronda las 60 mil almas. Hoy hay 114 mil activos. Desde la renovación del estadio que llevó a cabo Macri en su primer gobierno de Boca, todo oficialismo está en deuda. O como le dice a crisis uno de los organizadores del micro de la peña que vino a votar desde Olavarría: “En Boca vivís pensando la manera de que haya gente que se quede afuera de la cancha y no se enoje tanto”.

JRR, al momento de hablar de cifras para la elección, metió un cambio de frente. Invitó a batir el récord mundial de participación, que seguirá manteniendo el Barcelona con 57 mil votantes porque Boca solo logró ayer 17 de diciembre un total de 43 mil sufragios. Pero además, desde las agrupaciones suman que la relación misma del club con su gente cambió mucho en los últimos años. Ponen como ejemplo que el servicio médico del club está disponible para quienes tengan el carnet al día, así como para los vecinos y vecinas de La Boca y Barracas. 

Durante la confección de este artículo, fue noticia que alguien había logrado acumular más títulos para el club que Sebastián Battaglia: es Mariángeles “Chu” Cossar, jugadora estrella y referenta del vóley multicampeón argentino en la institución. Cuenta que la gestión de Angelici fue siempre muy complicada para lo que no fuera fútbol profesional. “Fue sacando disciplinas que no le parecían importantes, olvidándose de que Boca es un club atlético. No había relación entre la dirigencia y los deportistas”. Esto cambió desde fines de 2019, cuando el diálogo se recuperó para discutir lo pendiente. Además, volvió a financiarse adecuadamente a deportes históricos como el básquet en paralelo a un fuerte impulso del hockey sobre césped y el handball.

El crecimiento de esa base de deportistas acarrea inconvenientes para disponer de espacios para entrenamiento, vestuarios y demás. El complejo Quinquela Martín quedó chico, así como casi todo el complejo Pedro Pompilio. Casi siempre los problemas en Boca son de masividad, por lo que el triunfo de JRR sin dudas deberá venir acompañado de un plan de ampliación polideportiva.

 

La fórmula Ibarra-Macri propuso un estadio para más de 100 mil personas, a algunas cuadras de la Bombonera. El render publicado era impecable, pero cuando se consulta en la Legislatura porteña dicen que no hay forma de que un solo barrio tenga dos canchas separadas por pocos metros, como pasa en Avellaneda con Racing e Independiente. El expresidente viajó a Qatar y se sacó la foto con el Emir que organizó el Mundial de la tercera estrella para Argentina. De ahí a que aparecieran fondos era otro cantar. 

Con menos humareda, un dirigente de una de las agrupaciones angelicistas le aseguró a crisis que, vendiendo palcos en dólares y ubicando el naming con alguna marca internacional, el proyecto se pagaba solo.

Enfrente, Riquelme afirma que moverse un metro del lugar originario es perder el corazón. Hay ahí mucho de mística pero también bastante de sentido común. Enclavado como está en medio de uno de los barrios más desfavorecidos de la ciudad, el estadio genera toda una economía popular de locales de camisetas, recuerdos, comidas y bebidas que sería imposible en una nueva locación. 

Quienes conocen La Boca señalan que la vigente prohibición dictada por Celsa Ramírez a la previa de los hinchas sobre la calle Irala tiene que ver con debilitar ese rasgo identitario que también es un rebusque estable para los vecinos, que venden choris, fernet y hasta cobran un moderado canon para ofrecer el baño de sus casas. También llaman la atención algunos esténciles sobre las pareces: “La Boca no se vende”, dicen, y hacen referencia al crecimiento de la especulación inmobiliaria que amenaza la identidad barrial. Intencional o casual, JRR dijo algo parecido para rechazar a Macri.

Así las cosas, el ídolo popular parece tener un proyecto de reforma integral de la cancha sin irse de la zona. Su promesa, que hizo pública en los últimos días, es “ir a tomar mate” con los dueños de las casas sobre la calle Del Valle Iberlucea, a espaldas de los palcos, para convencerlos de vender. Son dos manzanas completas con gente que desde hace décadas sabe lo que vale el metro cuadrado sobre el que pisa. El newsletter de urbanismo que sostiene Fernando Bercovich en Cenital recogió hace algunos días que la cifra mágica ronda los 19 millones de dólares. 

Con la elección definida, llegará el tiempo de los anuncios en paralelo a una economía mileísta en espiral descendente. Se avecina otro inicio de gestión tormentoso. Pero la fe mueve montañas, suele decirse, y entre un mar de piernas que aspiraron a quebrarlo, JRR ya se la clavó al ángulo a Macri, pasó de ronda y está pensando su próximo pase milimétrico. Como en su Don Torcuato natal, este partido se juega sin árbitros y, si los hay, pitan siempre en contra. Dejen jugar a los que saben, burros.

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