isabel parra, enemiga del olvido y la desesperanza | Revista Crisis
crisis eran las de antes / agosto de 1975 / mientras tenga garganta
isabel parra, enemiga del olvido y la desesperanza
Después de una presentación en un teatro a pleno, en París, Isabel Parra, hija de la mítica Violeta, dio esta entrevista que salió publicada en la Crisis 28 de 1975. Ahí habla sobre los prolíficos Parra y en todo momento sobrevuela el espíritu de su madre, esa mujer-tigresa-nación, que condensó en su arte y en su figura la fibra más genuina de la música popular chilena.
02 de Junio de 2023

En el escenario del Petit d'Orsay, una figura frágil bajo la intensidad de los focos, un charango, una voz que nace naturalmente, sin espectacularidad, que si llega a imponerse es a fuerza de ser como es; las nuevas canciones del destierro, cargadas de nostalgia:

Quisiera estar en mi puerta esperándote llegar

todo quedó allá en Santiago mi comienzo y mi final

de ese amor invencible, intransferible por el país de uno:

Ni toda la tierra entera será un poco de mi tierra

donde quiera que me encuentre seré siempre pasajera

pero también, por sobre el dolor y la distancia y tanta sangre, la reafirmación de un destino:

De seguir viviendo

sin doblar la hoja

sin olvidar nunca

donde está la Patria

el llamado, la exigencia impostergable de hoy:

Nadie puede en esta hora

paralizar la razón

ya no es tiempo de esperar

 

Isabel Parra tiene buenas raíces de que nutrirse: mamó leche y música de esa mujer-tigresa-canción que fue Violeta Parra, hizo después sus propias opciones como creadora, entregó su compromiso entero a la experiencia del gobierno popular. No es extraño que, pagando el precio inevitable, haya podido sobrevivir al acuchillamiento de su Chile, que su voz se haya levantado poco a poco de las cenizas para volver a ser, a reclamar coraje; enemiga del olvido y la desesperanza, más fuerte que la forzosa lejanía.

La canción es un arma de los pueblos, Pinochet, y puede ayudar a acorralar tiranos.

Tal vez tengamos que empezar unos cuantos años atrás para saber cómo era entonces, digamos por el 50, la canción popular chilena.

-Te encontrabas con una canción pintoresquista, populachera, de tarjeta postal; con chilenos que se disfrazaban de huasos dueños de fundo para cantarla. Canción para turistas que, por falsear la realidad del país ahora puedo verlo- tenía un fondo reaccionario.

Pero estaba también Violeta Parra.

-No es de un golpe que se hace la Violeta. Mi madre contaba que cuando empezó a tocar la guitarra tenía que ponerla en el suelo porque era muy grande para ella. Cantaba con una tía mía; vivían de sus canciones. Era una familia muy pobre, la de todos estos Parra. Venía de un profesor de música que se farreó su fortuna y llegó a Chile muerto de hambre. Todos los descendientes tuvieron que cantar desde niñitos, donde fuera. La Violeta también. Y cantó durante una época esas mismas canciones de temática vacía, socialmente nulas. Fue un pariente nuestro que le ayudó a abrir los ojos. Entonces despertó y se dedicó durante veinte años a rescatar aquellas canciones que le habían enseñado las viejas campesinas cuando no podía sostener la guitarra. Y lo hizo en un medio absolutamente hostil, en el que todos decían que estaba loca, con los medios de comunicación cerrados, frente a la incomprensión de los otros cantores.

Y tú naces entre dos canciones de tu madre, ¿cómo es tu relación con ella y con su música?

-Mi hermano Angel y yo nacemos en Santiago. Y como éramos sus hijos, como vivíamos juntos, nos íbamos enterando de cada uno de sus pasos en la canción. Al mismo tiempo ella comienza a meternos en su mundo. A mi me decía que yo tenía bonita voz, que había que cantar, estaba absolutamente convencida de lo que estaba haciendo y de lo que podíamos hacer nosotros en música.

¿Cómo era Violeta?; ¿cómo la veías tú?

-Lo que te digo: nunca conocí a una persona que tenga más seguridad en lo que está haciendo que la que ella tenía; era extraordinaria. Pero no sólo en relación a sus canciones, en todo. Si ella. preparaba un plato de comida lo hacía con la absoluta certeza de que ese plato tenía que salirle bien. En cada cosita se metía a fondo.

Por eso iba logrando cosas. De a poco los chilenos empezaron a oir de nuevo sus canciones. Los primeros programas los hizo en la radio, gracias a un amigo. Me acuerdo: vivíamos en una rancha y empezamos a recibir cartas de todo Chile. Las cartas Invadieron la casucha y como no teníamos muebles donde ponerlas no sabíamos qué hacer con ellas. Por último hicimos grandes fogatas porque teníamos mucho frío. La Violeta tenía toda la intención de que yo me convirtiera en su secretaria para contestar las cartas. Y yo le decía: "me pasaría la vida entera sólo en esto".

¿Qué decían las cartas?

-Eran cartas de amor. "Violetita –todo el mundo la llamaba Violetita- nosotros cuando la oímos cantar nos acordamos de nuestra infancia, porque esa canción se la oímos a mi tío, a mi abuelo; y nos damos cuenta que ésa es nuestra música y que eso es lo que queremos oír y lo único que le pedimos es que no se acabe el programa de radio, Violetita, porque no hay nadie más que cante esas cosas." Todas así.

¿Tu madre ya salía a buscar canciones?

-Del norte al sur de Chile. De repente se iba tres meses y recogía canciones. Primero se las traía aprendidas de memoria porque no tenía grabadora, después consiguió una y se iba al sur, a vivir con los indios el tiempo que fuera. Los indios le cobraban por enseñarle las canciones y como ella no tenía dinero les entregaba los zapatos, el abrigo, pero volvía con su cargamento de música.

Para ustedes, niños, un mundo increible.

-Fue de la manera que fuimos conociendo el folklore de todo Chile, porque como te decía, Angel y yo éramos santiaguinos. Todo el día oyendo la grabadora mientras mi madre se aprendía las canciones y nosotros las aprendíamos también. Era dura y difícil, aquella vida, pero era linda.

¿Qué componía, Violeta?

-Hay un momento en que la Violeta se pone a componer canciones campesinas y uno ya no sabía si las había recogido en sus recorridos o si eran de ella. De tal manera llegó a asimilar las formas musicales, el lenguaje popular. Y cantaba un poco como cantaban las viejas; cosa que nosotros le discutíamos con Angel porque nos molestaba esa manera monótona de cantar.

¿Qué empezaste cantando tú?

-Esas canciones folklóricas que ella componía, resbalosas y tonadas.

¿De qué trataban esas canciones?

-De la vida, del amor; yo no diría que había un contenido social, todavía. Pero, de repente, la Violeta surge con otro tipo de tonada: ya no habla del hombre que se fue y dejó abandonada a la mujer en el campo, se mete en otras cosas: "La Lechera", la mujer que se levantaba a las cuatro de la mañana a trabajar y su hijos igual se morían de hambre; Julián Grimau; "La Carta", cuando su hermano Roberto es tomado preso en Chile. Y entonces es que empieza a ponerse Interesante la cosa. Porque las canciones anteriores a Angel y a mí nos gustaba cantarlas pero sentíamos que les faltaba algo adentro.

¿Por qué se produce ese cambio en ella?

-Surgió así, de manera natural, porque tenía que ser, porque un día tenía que reventar todo lo que había en la vida de la Violeta.

¿Tú empiezas a cantar con ella?

-Empiezo a cantar con ella que me acompañaba a la guitarra. Me presenté a un concurso y no gané ningún premio. Pero ya cantábamos en la radio; habíamos subido de nivel. Muy poco después vinimos a Europa. Con Angel la pasamos a buscar a Argentina donde ella estaba viviendo y salimos para un viaje a Finlandia. Por supuesto, la Violeta era la figura principal de aquel grupo. Yo cantaba sola y Angel cantaba a Atahualpa Yupanqui, cosa que a ella no le gustaba mucho; en eso era bastante cuadrada: había que cantar sólo las canciones chilenas, no había descubierto el mundo de la canción latinoamericana.

Angel y tú se quedan en Europa, ¿no?

-Sí, aquí en París es que nosotros decidimos romper el cordón y empezar a cantar lo que quisiéramos. Angel se afianzó con sus milongas de Atahualpa y hubo una ruptura con ella, en un primer momento, porque nosotros estábamos bastante creciditos ya, pues. Empezamos a conocer otras canciones, gentes de otros países: nos largamos.

¿Cómo les fue en París?

-Vinimos a dar a un boliche del Barrio Latino. Andábamos disfrazados también, de chilenos, de huasos, no sé bien de qué cosa. Estuvimos una noche ahí porque nos habían dicho que hablaban español y el dueño cuando nos vio vestidos en aquella forma tan extraña nos preguntó qué hacíamos. Que cantábamos, le dijimos. Nos tomó a prueba durante quince días. Y ahí estuvimos mucho tiempo. Armemos la cosa en dos días, con Angel; yo tocaba un bombo que me había traído de Buenos Aires. Ahí nace el dúo de Angel y la Isabel.

¿Tú componías ya?

-No, porque pasaba una cosa extraordinaria: mi mamá me hacía las canciones al gusto mío. Yo le daba el tema y la música que me parecía que le vendría bien y ella lo hacía todo de una manera encantadora. Se podía trabajar muy bien con ella: te estimulaba. A toda persona que se le acercaba le entregaba cuanto podía.

¿Te aconsejaba?

-Poco, por eso también me daba mucha seguridad.

Pero, ¿qué te decía?

-Que cantar era una de las profesiones más lindas que había en el planeta. Y tenía toda la razón. Me decía que yo tenía bonita voz; y yo le decía que eso no determinaba nada: ella no tenía una linda voz y hacía maravillas.

¿Qué criterios tenía sobre la forma de cantar, de componer, sobre la música?

-Criterios bien especiales. Decía que no había que estudiar música. "No hay que ir a las academias y a los conservatorios porque eso es para puro echarse & perder" decía-. Ella podía darse ese lujo porque era una excelente guitarrista, una gran compositora. Necesitó tocar piano y un día se compró uno y lo tocó, a su manera, pero como si lo hubiera hecho toda la vida. Pero todos no estábamos a eso nivel.

¿Tú estudiaste música?

-No, tampoco.

¿Entonces?.... tenías la escuela en casa.

-Claro, oyendo música desde que una tiene memoria.

¿Tu primer disco?

-Es con canciones de la Violeta. "Isabel Parra: Canciones Chilenas." Pero yo tenía que hablar de otra manera y no quería cantar así, por la nariz, como las huasas. En eso ella era muy generosa, me entendía.

¿Cómo llegas a componer tu primera canción?

-No quedé satisfecha con ese primer disco; no veía nada nuevo. Me metí con otras músicas, con otras gentes. Ya en París me había interesado mucho lo que hacía Daniel Viglietti. Conocimos a Paco Ibáñez y su trabajo sobre poemas de Góngora y García Lorca. Me metí en ese mundo con mucha dificultad porque no era el de las canciones a las que estaba habituada. Y de todo eso viene la primera canción que yo compuse que hablaba de la madre, de la Violeta.

¿Cuándo abren "La Peña de los Parra"?; ¿con qué propósito?

-Cuando volvemos con Angel a Chile, en el 64. Nos encontramos con una situación siniestra. Había conjuntos chilenos que lo único que hacían era copiar lo que pasaba en Argentina con "Los Trovadores del Norte". "Los Chalchaleros", "Los Fronterizos"; decían que estaban haciendo un "neofolklore". Incluso cantaban composiciones de Rolando Alarcón pero las hacían más bonitas, tipos buenos mozos: metían la píldora. Una cuestión bien reaccionaria, para mi gusto. Entonces con el propio Alarcón, Angel y yo, en "La Peña"; nos encontramos como haciendo la competencia a estos hombres que eran muy conocidos en Chile: no se hablaba de otra cosa que de "Los Cuatro Cuatros".

Y ustedes, ¿qué hacían?

-Nos habíamos largado con canciones de Daniel Viglietti vuelvo a mencionártelo que es el creador fundamental que se nos pone por delante, sin conocerlo a él. personalmente. Y empezamos a descubrir que en América Latina entera había gente con las mismas inquietudes.

El dúo Angel-Isabel iba viento en popa; grabamos mucho: "La Peña I"; "La Peña II": La Peña III", con canciones latinoamericanas, empleando charango y cuatro. Todo éste es un período de mucha emoción: de pronto se nos abría un mundo grandioso de música y todo aquel folklore chileno quedaba un poco en el pasado; nos largábamos ya a otra cosa. Y esto con el consentimiento pleno de la Violeta que era una gran admiradora de nuestro dúo. Al mismo tiempo ella empieza a componer otras canciones, cambia de rumbo. Fue un momento pleno de logros y de aprender mucho.

¿Qué papel consideras que jugó "La Peña", en ese período?

-Fundamental, diría yo. "La Peña" se crea justo cuando pierde Allende en el 64 y durante el gobierno de Frel se convierte en el único lugar donde se podía oir la música nueva. Toma tanta fuerza y se hace tan conocida, Incluso internacionalmente, que los medios de comunicación empiezan a abrirse; nos hacían. entrevistas, nos llevaban a la televisión; sencillamente no podían obviarnos.

Gran parte de la gente que toma gran importancia después, fueron compañeros nuestros de "La Peña": Victor Jara, los "quilapayunes" trabajaron un tiempo y conjuntos que hicieron un trabajo intenso posteriormente, que grabaron mucho, salieron de ahí.

La gente cuando llegaba a Chile ya no iba a oír aquel folklore relamido de "El Pollo Dorado"; venía a "La Peña".

¿Y cuándo gana Allende?

-Ya la cosa tenía motor propio, hacía rato. Y entonces nosotros nos integramos para masificar, si tú quieres, lo que pasaba en "La Peña" a escala reducida. A "La Peña" venían semanalmente quinientas personas pero ya con la Unidad Popular la cosa se canaliza y sale afuera.

Tuvimos fuera de "La Peña" experiencias inolvidables. Salíamos al sur, al norte; trabajamos mucho durante la campaña preelectoral del 70, acompañamos a Allende a mitines políticos.

Después del triunfo hubo personas, como Victor Jara, que compusieron canciones para cada momento importante, sobre cada logro de la Unidad Popular. Estábamos absolutamente metidos en lo que estaba pasando en Chile, en todas partes.

Fueron una fuerza.

-No me cabe la menor duda. Te podría hablar de actuaciones en poblaciones donde la gente nos hacía demostraciones de afecto Inolvidables; conocían todas nuestras canciones, con dificultad o sin dificultad compraban los discos. En "La Peña", por ejemplo, Victor empezaba a cantar una canción y todo el mundo la sabía. Durante esos tres años "La Peña" fue mitad chilenos, mitad extranjeros; una cosa viva, real y muy bella.

Alguna noche en "La Peña", después de uno de tus viajes a Cuba, te of cantar composiciones de Silvio Rodriguez, de Pablito Milanés. Tengo la impresión de que fue importante para ti tu contacto con los jóvenes creadores cubanos.

-Fue y sigue siendo, muy importante para mí. Durante el período de la Unidad Popular creo que fui todos los años a Cuba y ahí conocí a esos creadores que me abrieron también las puertas de otro mundo. Creadores que cantaban en una revolución ya hecha, sólida, afianzada y que cantaban verdades que, no sólo eran elogios a esa revolución, sino por ser tan plenos y tan honestos, cantaban de todo y eran innovadores en el terreno de la canción. Y me metí en ese mundo, me costó mucho; técnicamente, musicalmente, yo podía haber hecho un desastre con esas cosas pero estaba tan impactada por el trabajo de esta gente que los vi mucho, me hice su amiga y ese contacto me dio perspectivas nuevas, maravillosas.

¿Cuál es tu temática como compositora durante el periodo de la Unidad Popular?

-Hay que dejar bien claro que nosotros no éramos oficialistas. Ni más ni menos estábamos haciendo lo mismo que antes con la diferencia de que entonces podíamos hacerlo abierta y masivamente. Yo hice, por ejemplo una canción, en mi casa, porque un día me dio ganas de hacerla que expresaba el sentimiento de una mujer cualquiera que veía en el gobierno popular una perspectiva nueva de vida. Fue una canción que nadie me pidió y que tú te dabas cuenta, después, que se cantaba en todo Chile y que servía. Se llamaba "En setiembre canta el gallo".

¿Y decía?

-No sé si me acordaré: "Una que no vive en la gloria / tiene que arreglárselas sola/cuando los niños tienen hambre / no se tragan ninguna historia / y hace el recuento del pasado sufrido de una mujer y la perspectiva de tener una solución a sus cosas. Se hizo antes de las elecciones, hablaba de Allende que, por cierto era "el gallo que cantaría en setiembre" del 70 y cuando "cantó" la canción se oyó muchísimo.

Hice, después, "La compañera rescatable", una momia que reflexiona profundamente y se da cuenta que debe apoyar a la Unidad Popular porque es la solución para Chile e incluso para ella. "Póngale el hombro, m'hijito", otra canción que me inspiró ver un programa de televisión que se llamaba así, convocaba al trabajo voluntario. Así nacían las canciones, porque estábamos metidos en lo que ocurría en Chile y después comprobabas que la gente las cantaba, que las canciones servían..

Que lo que hicieron ustedes sirvió al proceso chileno, creo que queda demostrado por la forma en que fueron perseguidos después por la Junta Militar. El odio, el ensañamiento del enemigo puede ser el mejor certificado de buena conducta revolucionaria; pienso en la forma atroz en que asesinaron a Victor Jara...

-Exactamente. Confirma que nosotros estábamos haciendo una cosa real, efectiva; sino no hubiera pasado nada con nosotros. Lo que tú dices demuestra de una manera dolorosa que esta canción cumplió en Chile un papel importantísimo.

¿Qué problemática se te plantea a ti, como persona, como chilena, a partir del golpe?; ¿cómo se refleja en tus canciones posteriores?

-Durante dos meses no hice otra cosa que llorar. Decidí que, en realidad, no tenía que cantar nunca más. El golpe, Angel preso en Chile, la muerte de Víctor que era, creo, mi gran amigo, me dejaron deshecha; incapaz de analizar nada; quebrada, en una palabra. Sentía que todo había sido un fraude, no tengo ningún problema en decirlo. Sencillamente: no creía.

Felizmente fue una cosa pasajera, momentánea y ahora, aunque las condiciones son dificiles, durísimas, son tristes, siento que lo único que le puede dar sentido a esta existencia es seguir cantando. Y hacer nuevas canciones que hablen de todo esto. El mundo se agranda dolorosamente: el problema chileno no es sólo un problema de Chile; he hecho una canción sobre esto, muy sencilla; es lo que creo.

Y hoy, en tu opinión, ¿qué pasa con esa canción que ustedes dejaron en Chile?

-Creo que es un fenómeno que sigue intacto, a pesar de que los discos estén prohibidos, que no nos ven, que no nos oyen; creo que todo lo que hicimos ha quedado muy metido en el corazón de la gente.

¿Y la canción "exiliada"?

-Cumple también un papel, no me cabe duda. Y pienso que Victor andaría en estos mismos quehaceres que nosotros; absolutamente convencida.

En un primer momento yo fui para Cuba pero después entendí que en este momento era importante cantar afuera: estuve en las dos Alemanias, en Luxemburgo, en Dinamarca, Suecia, Italia. Precisamente el 11 de setiembre pasado cantamos en Italia en un mitin; fue un momento triste, dramático pero ahí había mucha gente que nos estaba escuchando porque éramos chilenos, porque hablábamos de lo que pasaba en Chile y porque, yo estoy segura, que llevamos una verdad adentro.

Ahora que ya "no tenemos paralizada la razón", como dice una de tus canciones, ¿cuáles son tus proyectos?

-Estuve poniendo música a algunos textos que heredé de la Violeta, aunque no lo he tomado como trabajo regular. Y quiero volver a América Latina –no voy a pasarme la vida dando vueltas en Europa-; en julio espero estar en México.

Angel está allá, ¿otra vez el dúo?

-El dúo está intacto. Si veo a Angel me voy a poner a cantar inmediatamente con él, pero ésa es una cosa doméstica, si quieres. He aprendido mucho: ya no es solo Chile, ¿te fijas?: nosotros estábamos muy chilenizados, mirábamos poco para afuera. Mucha gente vive lo mismo; trabajo mucho con los españoles y lo sé.

¿Qué es para ti el aplauso?

-Bien poco. No creo en el aplauso. Creo que la gente que de verdad siente lo que una canta, no aplaude mucho, más bien no aplaude.

¿Qué es para ti cantar?          

-La vida toda, es la historia mía. Me une a la gente. Me siento profundamente ligada a la gente cuando canto. Me entrego absolutamente y eso me hace bien y sé que hace bien también a los demás. Y tengo mucha seguridad en lo que hago. Por lo menos eso no me lo han quitado. Y no me lo van a quitar mientras tenga garganta.

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