Marchas del Orgullo: más allá del rainbow washing y el km 0 | Revista Crisis
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Marchas del Orgullo: más allá del rainbow washing y el km 0
Aunque todo parece estar concentrado en Buenos Aires, en 2022 se contaron más de cuarenta ciudades en las que entre octubre y diciembre se hicieron Marchas del Orgullo ¿Qué sucede en periferias, pueblitos, otras ciudades? ¿Cómo marchan las lesbianas, maricas, travestis, trans, no binaries en los barrios a los que aún no llegan derechos básicos como el agua, conexión a internet? Informe desde los territorios, con una pregunta que atraviesa geografías: dónde se sostienen las resistencias y cómo detectar el extractivismo de las grandes marcas.
Fotografía: Gala Abramovich
19 de Enero de 2023

 

El 28 de junio de 1992, en una tarde muy fría de invierno en la Ciudad de Buenos Aires, casi 300 personas caminaron de Plaza de Mayo hacia Congreso, dando lugar a un reclamo silenciado durante años: la necesidad de visibilizar las vidas del movimiento y la comunidad LGBT+ en Argentina. El pedido de igualdad y respeto fue transmitido por un puñado de medios de comunicación entre sorpresa y preguntas incómodas. Pasaron treinta y un años desde aquel día. La última Marcha del orgullo realizada en la Ciudad de Buenos Aires alcanzó una concurrencia inesperada, incluso para quienes vivieron aquella primera vez y vieron cómo creció a lo largo del tiempo. Más de un millón de personas desfilaron este 9 de noviembre de Plaza de Mayo al Congreso, en una fiesta política que marca la historia de un movimiento, una fiesta que emergió de sótanos, baños, incluso desde el exilio y le dio fuerza a los debates más importantes en términos de conquista de derechos en la región. Una fiesta que se expandió con fuerza hacia otros territorios. 

El pedido de aparición con vida de Tehuel, el cumplimiento efectivo del cupo laboral trans, la ley antidiscriminatoria, la falta de presupuesto en salud fueron algunas de las múltiples consignas. Pero la masividad trae también otras preguntas, otros desafíos:  las tensiones entre los reclamos genuinos, la politización de la fiesta, el oportunismo de las empresas que se desesperan por poner logo y bandera de colores para mostrarse diversos y la multiplicación de las marchas en todo el territorio. 

 

 

no necesitamos máscaras 

Marcelo Ferreyra se presenta como uno de los fundadores de la Primera Marcha del Orgullo, a la que muchxs asistieron con máscaras para no exponerse, porque en ese entonces visibilizarse tenía un riesgo social que podía significar perder un trabajo, ser expulsado de la familia. Ilse Fuskova (activista  lesbiana) en un conocido almuerzo de Mirtha Legrand en 1990 lo describía así: “es un gran dolor no poder decirlo abiertamente, es tener una vida dividida. Pero se entiende, si uno puede perder un trabajo, si una madre puede perder la tenencia de sus hijos, es un riesgo muy grande”. Ferreyra tenía entonces 32 años recién cumplidos, cierta exposición pública por un escrache de nombres que hizo la derecha a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), y ese 28 de junio (fecha que conmemora la Revuelta de Stonewall en Estados Unidos), marchó con sus amigos hacia el Congreso. “Ni en mis sueños más alucinantes me imaginaba algo como esto. Estoy feliz y pienso mucho en los que ya no están y participaron de la primera”, suspira hoy. 

En 1992, a pocos años de recuperada la democracia, gays, lesbianas y travestis seguían siendo un grupo perseguido por la policía, marginado en las instituciones, abandonado por el sistema de salud y evadido por la sociedad. Aquel día, pasaron por la Iglesia, el Poder Ejecutivo, el Legislativo. “La gente estaba exultante. Fuimos hacia donde se dirigen los reclamos, y nos preguntamos ¿cuál es el lugar que nuestra diversidad tiene en ese espacio democrático?”. 

 

Este año Marcelo entró a la Plaza de la mano de su compañero y empujando el cochecito de Faustina, su beba de dos meses. “Es la primera marcha de los tres, como familia”, se emociona reviviendolo: “Ver a mi beba disfrutar del barullo del ruido, verla contenta es algo que ni en mis sueños más delirantes me hubiera imaginado. Haber vivido esto me hace ser consciente de que hay un futuro para todo esto que hemos hecho”.

“La Marcha se la pasa dando saltos”, remarca Marcelo. Uno de los más trascendentes fue el cambio de fecha en 1996. María Luisa Peralta, activista lesbiana, estuvo en esos debates que pusieron por delante el cuidado de las personas VIH positivas ante la dificultad de marchar con tan bajas temperaturas de finales de junio. “Estábamos en los 90s, había poca información, la medicación era escasa y mala. Mucha gente se enfermaba y moría. Por eso cambiamos de fecha a noviembre. Es muy importante mencionarlo, es parte de la historia del VIH SIDA”. El cambio de mes permitió una mayor asistencia al año siguiente y un crecimiento que continúa por estos días. También dió lugar al destape de los cuerpos, a la manifestación desde la desnudez, la ropa liviana, suelta, también ajustada, látex, látigo, texturas, la fiesta callejera que celebra la existencia de todas las identidades y pone en cuestión los modelos heteronormados, las lógicas hegemónicas de los cuerpos. El calor trajo también nuevas formas de ocupar las calles.    

 

Uso y descarte

“Toda la movida LGBT está de moda”, lanza, ácido, Marcelo. Hoy, el mercado, representado en grandes empresas que en los meses de junio y noviembre draguean sus campañas impone lógicas que no hacen más que homogeneizar, bajo la bandera multicolor, los extensos reclamos de un movimiento. Avasallan y ocupan el espacio público, a la par de quienes hace décadas trabajan en la construcción de horizontes de sentidos colectivos.

“Nosotros siempre hemos sido utilizados para que corruptos se laven la cara, toda la vida, ahora porque estamos de moda, antes estaban en contra nuestro. En muchos casos hay un uso político, es lógico, porque no somos irrelevantes”, dice Marcelo sonriendo. Hoy los estudios de marketing señalan a la población LGBTINB+ como un público rentable, aunque falte coherencia entre el discurso y la práctica, y sea escasa o nula la aplicación del cupo laboral travesti trans en el ámbito privado. 

 

En las primeras marchas también hubo sponsors pero a otra escala. Discotecas, bares, emprendimientos y espacios de consumo de la comunidad. “En la tercera marcha, Ana María Picchio vino a promocionar su obra de teatro que hablaba del VIH, en 1994. Ella se acercó como una expresión de solidaridad”, cuenta Marcelo. “Ahora se sacan la foto con nosotros, pero hace pocos años atrás, no. Ahora están desesperadas, incluso lo hacen muchas veces mal. El capitalismo todo lo devora. Puede haber algunas empresas con cierta responsabilidad o sensibilidad social. Pero la tónica general es eso: un nicho de mercado”, resume María Luisa. 

Desde la comisión organizadora, compuesta por casi cuarenta organizaciones, aseguran que todas las empresas que publicitan en la Marcha deben colaborar con la organización general, ya sea de manera económica o cubriendo algún gasto específico. En caso de que se considere que alguna firma no debería estar se lo discute en los encuentros previos. La relación con emprendimientos privados muchas veces les permite autonomía frente a los gobiernos.

 

Rainbow washing: cuando una marca o una empresa utiliza las luchas de un colectivo específico en beneficio propio “sin siquiera tener la intención de contribuir, cuando lo utilizan 100% para para lucrar”, define Candela Feuillade integrante de Publicitarias, una fundación que nace en 2017 como la primera comunidad de mujeres y diversidades publicistas que trabajan para que haya perspectiva de género y mayor diversidad, hacia adentro de la industria. Durante la Marcha del Orgullo, y sobre todo en los meses de junio y noviembre, están muy atentas a las estrategias que llevan adelante grandes marcas para aumentar las ventas. También, a ciertas publicidades o a la falta de derechos laborales de mujeres, lesbianas, travestis, trans en determinados emprendimientos privados. Candela cuenta que hace unos años los logos de las marcas ocupaban un gran porcentaje de los camiones y hoy los anuncios son más pequeños, ponen a la comunidad como protagonista. Existen estudios de marketing y muchas investigaciones que demuestran que las empresas con compromiso social, generan mayor recepción por parte de los consumidores. “Es necesario observar si ese mensaje es coherente con lo que pasa dentro. Por ejemplo, hoy no hay agencias de publicidad que contraten personas trans, creativos, estrategas, redactores”, subraya.

Candela señala algunos ejemplos. Para este 28 de junio, la editorial Penguin Random House cambió su logo y puso la bandera del Orgullo y al mismo tiempo “anunció el lanzamiento del libro de un chico que es un libertario, básicamente en contra de los derechos del colectivo”. Brahma, el primer año fue con un camión empapelado de su logo y recibió muchas críticas, “este año financiaron a artistas LGBT de distintas partes del país”, van modificando las estrategias para adaptarse a los tiempos que corren, pero el objetivo principal continúa siendo el mismo: lucrar, vender más, posicionarse. 

 

más allá del km 0 

En la Villa 31 hace cuatro años se realiza de forma consecutiva la marcha Trans Villera Plurinacional que recorre las calles del Barrio Padre Mugica. “Somos la contracara del movimiento popular; en la Ciudad no se visibiliza a los pueblos discriminados, para el afuera todas somos narcos y delincuentes”. Martina Pelinco es responsable de la casa de la Diversidad Trans Villera, una asociación civil autogestionada en la que muchas personas encontraron un lugar de contención, trabajo y escucha. Ahí funciona una cooperativa textil, hacen cursos de oficios y un comedor para disidencias. Martina es peruana, llegó a la villa cuando tenía 30 años, luego de atravesar todo tipo de violencias. Vivió casi siete años en situación de calle, apenas pudo alquilar una pieza, empezó a organizarse con otras compañeras del barrio, hizo ollas populares, encuentros y montaron un local. “Encontré un país que tenía esas formas de trabajo, la posibilidad de organizar, de sacar un DNI, fue un sueño”, dice. Por la mañana trabaja en el taller, al mediodía almuerza en el local que oficia de comedor y por la tarde va hacia la Legislatura Porteña, ingresó gracias a la Ley de Cupo Laboral Trans. 

La Marcha en la 31 comenzó en 2019 “somos plurinacionales, indígenas, migrantas, nos sentíamos alejadas de otras diversidades y queríamos construir algo real juntas”, cuenta. Ella participó solo una vez en la marcha al Congreso, no se sintió cómoda, y con el paso de los años propuso la iniciativa a sus compañeras y a distintas organizaciones del barrio. “Necesitábamos sacar la voz en nuestro territorio, abrir un discurso plurinacional, indígena y de los pueblos. Demostrarle al barrio que nos da orgullo ser villerxs, maricas, putxs, travestis. Que sepan por qué marchamos, quiénes somos, dónde estamos”, afirma.  

 

A unos 232 kilómetros de Buenos Aires, entre las Iglesias, los mosquitos que expanden agrotóxicos en el campo y el Carnaval del País, el movimiento LGBTINB+ de la ciudad entrerriana de Gualeguaychú se mueve por la superficie llena la avenida Costanera de Banderines para la segunda Marcha del colectivo. Hace tres años que se aplica en la Municipalidad la Ley de Cupo Laboral Trans, cuenta satisfecha Manuela Gonzalez, que trabaja y participa del área de género en ese organismo: “También conseguimos un Presupuesto Participativo para la diversidad único en el país y tenemos la primera casa de la diversidad construida por el Ministerio de Obras Públicas”.  

“La Marcha es una celebración de todo lo logrado, pero también es una lucha por lo que aún falta para el colectivo y vamos por muchísimos más derechos”, manifiesta Valentín Gómez, parte de la comisión organizadora, que destaca que aún no se han acercado marcas o empresas, y el protagonismo lo tienen las organizaciones y la municipalidad.

El 26 de noviembre se realizó la séptima marcha en Río Grande, Tierra del Fuego. “La deuda es con nosotrxs, justicia por Nicolás Cristal es el lema este año, se trata de un adolescente trans que se suicidó tras varias situaciones de discriminación y violencia en su casa”, explica Matías Hidalg, activista por los derechos LGBTINB+ y miembro de la comisión de la Marcha del Orgullo disidente en Tierra del Fuego. Matías no está conforme con la respuesta social: “es un lugar muy retrógrado, por eso es indispensable no bajar los brazos y continuar la lucha”, dice y cuenta que en los siete años que cumplen las Marchas en la provincia (se llevan adelante en Ushuaia, Río Grande y Tolhuin) las empresas no se acercaron, y esta vez decidieron salir a pedir colaboración voluntaria a emprendimientos locales que quieran sumar a la causa, también organizaron sorteos para poder costear los gastos.

En el otro extremo, en Formosa, por quinto año la Marcha del Orgullo desfiló desde la Plaza San Martín por la ciudad. Esta vez, la comisión organizadora se abrió a todas las localidades, que coincidieron vía meet o presencial para poder garantizar el despliegue. Alexandra Abbygail Ocampo, integrante de la Asamblea abierta del Orgullo, está muy emocionada porque cada vez más personas se van sumando y empiezan a militar las causas del colectivo. “Necesitamos que la provincia de Formosa se adhiera a la Ley de Cupo laboral travesti-trans que ya está vigente, es urgente”, dice. Otra exigencia es la creación de una Secretaría de Género y Diversidad. La marcha la financiaron de forma autogestiva,con emprendedores amigues o familiares que les dan una mano, sin el sector privado y municipal. 

“El 3 de noviembre se inauguró el primer espacio dedicado a celebrar la diversidad en la Cuenca Carbonífera y en memoria de un referente de la comunidad LGBTINB+ que falleció el año pasado a los 83 años, Carlos Torres", comienza Marcelo Chillemi, presidente de Casa Prisma, en Río Turbio, Santa Cruz. Según él, se trató de la primera Marcha con acciones coordinadas en conjunto con la Municipalidad. “Todavía falta mucho. La respuesta social es buena, pero no faltan los comentarios en tono de burla”. La falta de regularización en los tratamientos de hormonización, que no están llegando en tiempo y forma a la provincia, el bullying que recibe la comunidad en los ámbitos escolares, laborales, familiares y la falta de una aplicación de una ESI con perspectiva diversa, que no sea biologicista y binaria fueron las demandas territoriales. 

 

Tanto en la central como en las de otros territorios, con sponsoreo o sin él, en las calles retumban ciertos nombres, ciertos cantos.  "Lo dijo Lohana y Sacayán, al calabozo no volvemos nunca más", se replica. Desfilan las voces y los reclamos de quienes realmente se ven afectadxs por las políticas de vaciamiento estatales, el uso y descarte de las empresas, la indiferencia de la sociedad. Mientras el rainbow washing monta un escenario para la tribuna cada noviembre, el encuentro político que reivindica la fiesta se renueva y crece año tras año para darle cauce a los reclamos genuinos de un movimiento que sobrevive, como decía Lohana, en un mundo de gusanos capitalistas.

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