meter el dedo en la matrix | Revista Crisis
en la fuerza está la unión / bicho canasto / entrevista a mónica peralta ramos
meter el dedo en la matrix
Lejos de los flashes mediáticos y la espuma de las redes sociales, esta intelectual atesora una mirada lúcida sobre el comportamiento actual de los dueños de la Argentina. Desde la aparición de su mítico libro editado en 1972 hasta las columnas dominicales que escribe en la tercera década del siglo XXI, sostuvo de manera consecuente la traición a su clase de origen. Con ustedes, Mónica Peralta Ramos, una investigadora imprescindible.
Fotografía: Estrella Herrera
25 de Septiembre de 2023
crisis #59

 

Dice que es como los bichos canasto, un extraño insecto que vive dentro de un capullo de seda que él mismo fabrica y solo sale muy de vez en cuando. “Cuelga de un hilito, parece tan frágil y de golpe sale y hace un zafarrancho”. En esta oportunidad, Mónica Peralta Ramos aparece para intentar ponerle conceptos a un fin de época inminente. 

Nuestra entrevistada es una polvorita de ochenta años recién cumplidos que apabulla con su energía y rapidez verbal. Estudió Sociología en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en la parisina Sorbona allá por los años setenta, mientras se comprometía con la revista Militancia, una de las tantas usinas que intentaron amalgamar los argumentos críticos del marxismo con la tradición popular peronista. La joven Peralta Ramos deslumbró en 1972 con un libro que sacudió el avispero por su originalidad, Etapas de acumulación y alianzas de clase en la Argentina (1930- 1970), publicado por Siglo XXI. Seis años más tarde, ya en el exilio, apareció Acumulación del capital y crisis política en la Argentina (1930-1974), por la misma editorial. Y en 2007 completó la saga con La economía política argentina: poder y clases sociales (1930-2006), esta vez por Fondo de Cultura Económica.

Toda una vida dedicada a desentrañar los comportamientos políticos del poder económico para alentar las posibilidades de sus oponentes, las fuerzas populares. Según un método que mantiene toda su vigencia y que podría resumirse en esta oración escrita por ella en 1978: “Nos concentramos pues en el estudio de las condiciones estructurales que posibilitan que un determinado conjunto de clases (o fracciones de clase) pueda instrumentar desde el poder (o sea utilizando los mecanismos del Estado) un conjunto de políticas económicas que las beneficie”.

Sin más preámbulos, nos sumergimos en la inquietante trama del presente nacional: “Me parece que estamos ante una encrucijada única, no se compara con ninguna de las anteriores. Paradójicamente, es un momento a nivel global que presenta la oportunidad a los países de la periferia del modo de producción capitalista de tener un desarrollo autónomo y con inclusión social, pero acá no lo podemos aprovechar por la enorme fragmentación política, social e ideológica en las clases dominantes y en los sectores populares”.

 

¿Podrías explicarnos mejor en qué consiste esa imposibilidad?

Lo más dramático es que el concepto de soberanía nacional está invisibilizado. ¿Por qué sucede esto? Porque enfrente hay una matriz productiva que reproduce constantemente una dependencia de tipo muy profunda que es la tecnológica, y no solo me refiero a la tecnología más avanzada sino a la posibilidad de un desarrollo industrial autónomo, porque los sectores que controlan estos resortes están enganchados en cadenas de valor globales totalmente controladas por multinacionales. Esa situación nos condena a una primarización cada vez mayor, que está generando un conflicto no solamente entre las distintas fracciones del capital que vienen de antigua data, sino además con los sectores populares. A esto se le suma la frutilla del postre, que es la financiarización.

 

¿Cómo describirías esa pelea entre los sectores del capital y qué fracciones distinguís?

Es algo mucho más amplio que el círculo rojo. Y es interesantísimo porque hay una pelea dentro, que habría que estudiar mejor, entre los emprendedores hi tech (por llamarlos de alguna manera) y los grupos tradicionales de la patria contratista. Son los dueños de las empresas que controlan sectores clave de la economía y del comercio internacional y local. Tienen una posición dominante en mercados decisivos que les permite apropiarse de porciones importantes de la renta que proviene de los ingresos y de las ganancias extraordinarias producidas en otros sectores, a través del manejo de los precios y de la corrida cambiaria. Son sectores que se reproducen, además, fugando el capital. No invierten porque el Estado los ha protegido durante décadas, con independencia del color político de los gobiernos. Están feudalizados, se pelean entre sí, no tienen homogeneidad, carecen de una idea de nación, de entidad colectiva. Es una guerra salvaje y se agudiza cuando entran fracciones del capital financiero internacional a procurar ganancias rápidas en el mercado especulando y les quitan parte de la renta, entonces ellos hacen lo mismo y es un desbarajuste.

 

¿Cuáles son esos sectores clave de la economía cuyo control por estas empresas impide pensar el desarrollo nacional?

Los que forman precios y controlan las divisas. Mercados estratégicos en el sector industrial, como el de insumos difundidos, automotriz, hidrocarburos, agro, alimentos. Se van diversificando en la medida en que cambian las alternativas geopolíticas. Y en el momento actual la clave son los recursos naturales no renovables, porque tienen importancia decisiva para el planeta entero, ya no solo para el mercado de Occidente. Eso hace que la pelea sea todavía más fuerte. Para darte una idea, nomás: el litio que actualmente producimos, que es mínimo aún, constituye el 25% de la importación estadounidense de ese mineral. Imaginate lo que será en el futuro. Pero a lo que voy es a que estas empresas que se pelean todas entre sí, solo apuestan a su bolsillo. Y nadie los controla. Ni siquiera el Fondo Monetario Internacional. De hecho, ahora están disputando con el Fondo porque las divisas son pocas. Hoy esa pelea está muy enrarecida.

 

siglo veintiuno, cambalache

La presencia de Mónica Peralta Ramos en nuestro país a partir de la dictadura de 1976 se torna intermitente. Luego de conseguir sus lauros académicos en París, residió largas temporadas en Norteamérica, donde aún vive su prole, que tracciona. Trabajó en organismos internacionales y participó en misiones de riesgo. Cada tanto remata sus reflexiones con alguna expresión anglosajona: “Hard facts, you know?”.

En Argentina intentó abrir un espacio para la investigación y el debate, pero no tuvo suerte. Y llegó a conclusiones sinceras: “Estamos como estamos porque los intelectuales y la dirigencia no discuten, tienen incapacidad de escuchar, y se han metido en el brete actual”.

Sin embargo, reapareció con regularidad y método durante los últimos años a través de sus columnas dominicales en El Cohete a la Luna, en las que aportó coordenadas geopolíticas fundamentales. También escribió sobre el “Caso de los Cuadernos”, litigio que le permitió captar el tenor de las disputas contemporáneas entre los grandes capitales locales (nacionales y extranjeros). Está preparando un nuevo volumen de su larga saga sobre el poder económico vernáculo.

 

¿Se podría decir que lo que está agonizando es un modelo de desarrollo que se intentó a partir de 2003 y no logró consolidarse, más bien basado en el crecimiento del mercado interno?

No, mi impresión es que no llegó a haber tal cosa en estos años. Por el contrario, lo que tenemos es una radicalización del esquema de dependencia tecnológica con el desarrollo agropecuario que implicó la introducción de la soja. Lo que lograron fue enganchar en ese mecanismo de dependencia tecnológica al campo, a la producción agropecuaria. Entonces, ya estamos dependiendo de exportadores y concentradores de la producción de commodities en el mundo, totalmente al margen de la posibilidad de controlarlo. Lo que hubo fue un acuerdo para superar la crisis del corralito, en 2002, cuando las clases dominantes se unificaron en un pacto de no agresión con los precios a cambio de que les licuaran la deuda. Pero eso duró muy poco y empezó a desbaratarse. El kirchnerismo nunca modificó la matriz productiva, le dio más bombo. Pactó con algunos grupos y de esa forma lo que se invisibilizó es que no era una burguesía nacional, era un empresariado de otra índole. La responsabilidad en este caso no solamente recae en el kirchnerismo, sino que les cabe muy especialmente a los intelectuales, a los grupos de investigación. La financiarización se pensó solo como una cuestión de especulación financiera y que bastaba con ponerle límites a la timba bursátil, pero no se dieron cuenta de que por debajo el meollo, el nudo gordiano, era la matriz productiva.

 

¿No ves la posibilidad de que entremos a un ciclo similar al de los noventa y que la dolarización funcione al menos por unos años?

No creo que pueda durar porque la situación es muy diferente. Estados Unidos atraviesa una crisis muy fuerte y la situación financiera internacional está agarrada con alfileres. La corrida bancaria empezó ya en Estados Unidos y la están conteniendo como pueden. Entonces, el proyecto que podría asumir ahora el bloque de poder interno no es el que propone Milei sino todo lo contrario: acercarse a los BRICS, intentar una alternativa autónoma, fortalecer el peso argentino. Pero no lo pueden concebir, porque tienen una visión totalmente sesgada que los lleva a insistir con la misma receta: más endeudamiento, dolarización, más pauperización. Quiero ver cómo van a sostener políticamente esa propuesta.

 

Cuando decís que hay que fortalecer el peso, ¿qué te imaginás?

Me llama poderosamente la atención que ningún economista progresista, ningún centro de investigación haya estudiado la posibilidad de fortalecer nuestra moneda con los recursos estratégicos que tenemos. Es decir, anclar el peso argentino a una canasta de precios de los productos estratégicos y no al dólar. ¿Cómo se hace? Hay que llamar a los expertos y pedirles que busquen el modo, porque se ha hecho en otros países. Por ejemplo en Rusia, que sostuvo su economía en plena guerra atando el rublo al gas y al oro. Alemania lo hizo en la época de Weimar. Pero nada sirve si no controlás a los actores que tienen posición dominante y son los que desencadenan la inflación.

 

¿No percibís un cambio en los sectores dominantes a partir del desplazamiento desde una preponderancia fundamental del agro hacia otros sectores primarios como el litio en el norte y los hidrocarburos en el sur?

El problema secular que viene de décadas es la pelea entre la agroexportación, que concentra en pocas manos extranjeras el comercio internacional y el control de las divisas, y otras fracciones de capital extranjero y local que controlan otros mercados acá adentro. El ingreso de nuevos capitales que se vuelcan sobre los minerales agrega otro elemento más, que hay que ver cómo se manifiesta, pero lo que es transversal es que no hay una burguesía nacional, de cualquier color político que sea, que posea como horizonte desarrollar al país, es decir, a un territorio con un Estado que tiene intereses propios, porque tiene una población a la que precisa darle bienestar. Lo que hay es maximización de ganancia, no conciliación de intereses. 

 

Hay quienes dicen que no se trata tanto de un mal diagnóstico sino de que no se puede hacer lo que habría que hacer, por el nivel de dependencia tecnológica que mencionaste antes. Hoy no sería posible, por ejemplo, encarar un proceso de sustitución de importaciones como intentaron el peronismo o el desarrollismo.

Es una pavada. Te lo rebato en dos minutos: en este momento China está acosada de una forma extrema, no es solamente Rusia, le están aplicando controles de exportación de todo tipo, para bloquear sus cadenas productivas y restarles mercados. ¿Qué hizo China? Acaba de sacar su propio microchip. 

 

Sí, pero China es China.

China demuestra que es posible. Solo cuando estás muerto carecés de posibilidades. De lo que se trata ahora es de pensar un nuevo mundo y una nueva forma de satisfacer necesidades universales que existen en el planeta. Acá hay dos relaciones sociales que se reproducen desde los orígenes de la humanidad hasta hoy: una es la cooperación y la otra es la dominación. Lo que predomina en este momento es la dominación. Se puede poner en primer plano la cooperación, ¿por qué no? Lo absurdo es ni siquiera tenerlo como una posibilidad.

 

¿Vos pensás que es una tara ideológica o falta de audacia? 

Yo creo que la cuestión es definir qué es lo nacional en el momento actual. ¿Por qué no tendrían interés hoy los sectores dominantes en salir del ámbito del dólar y empezar a negociar con una impronta de multilateralidad, abriéndose también al Este y al sur global, que representan el 40% de la población mundial? Pero están totalmente en otra, es muy destructivo el cortoplacismo generalizado que hay. Se han acostumbrado a no invertir, es increíble, viven literalmente de arriba. Y ahora ven la posibilidad de saquear, aprovechando la crisis. Saqueo y usura son las palabras que mejor describen el momento.

 

 

nuestro amo juega al estado bobo

 

Mónica pertenece a una familia patricia, de riguroso doble apellido. Su padre, economista, llegó a ser director del Banco Central y mandamás de la Junta Nacional de Carnes. Tenían un campo en Coronel Dorrego, plena pampa, a donde le encantaba ir a jugar con los hijos de los puesteros, andar a caballo, o tomar mate y comer tortas fritas en la casa de los pobladores. Leía a Emilio Salgari y andaba en busca de aventuras mundanas, cuando se topó con el librero del pueblo, que era del Partido Comunista. Allí a los 13 años compró El Manifiesto Comunista y halló razones para la atracción que sentía por ese mundo tan distinto al suyo. Pronto convenció a sus progenitores y logró mudarse a Dorrego, donde terminó el secundario. 

Desde entonces hasta hoy dedicó toda su energía intelectual a generar las condiciones para un proyecto popular igualador. Por eso su verdadera preocupación está simpre bien abajo: “Lo crucial es que ese tipo de crecimiento genera un mercado de trabajo cada vez más dinamitado. El sector privado es incapaz de absorber la mano de obra que se incorpora por el crecimiento vegetativo de la población. Y dentro del sector formal cada vez es más heterogénea la composición, ya ni siquiera hablemos del empleo informal. Entonces, hay un mercado de trabajo que se achica y se subdivide cada vez más”.

 

Hablemos ahora del bloque popular: ¿por qué te parece que ha llegado a estar tan débil?

La representación política y sindical no puede ser concebida como un aparato clientelista, que es lo que existe desde hace muchísimos años. Se centra todo en la cuestión del lawfare y no se dan cuenta de que eso es simplemente la aparición del tentáculo en la superficie, pero es un tentáculo que forma parte de una maraña que entrampa a todos los partidos políticos, a los sindicatos, a las instituciones, a las ONG, a todo. El problema de la inclusión social no se resuelve hasta que no intervengas en la estructura productiva que la está reproduciendo, y en la estructura política que trata de legitimarla. Y este es un momento único, porque por primera vez aparece este fundamento con toda claridad. 2001 fue un exabrupto que mostró la dimensión de la crisis, pero no se logró ver la dinámica que había detrás y se pusieron parches, lo que impidió meterse con los tres problemas de fondo: la matriz productiva; el clientelismo de partidos, sindicatos e instituciones; y la cuestión nacional. Por eso ahora el Gobierno está totalmente encerrado, el kirchnerismo está contra las cuerdas, porque ha sido incapaz de modificar nada y cada acción que toma provoca una nueva reacción que muestra su debilidad.

 

¿Qué se puede hacer, entonces? 

Hay dos cosas estratégicas que se podrían hacer si existiera un frente nacional que se propusiera colocar al Fondo contra las cuerdas. Primero, no se puede seguir desmovilizando, hay que movilizar de abajo para arriba, y lo que unifica a todo el mundo es la inflación. Hay un arma poderosa que es el control popular de precios. Y la otra cuestión fundamental: un plebiscito sobre la presencia del FMI, porque no es lo mismo negociar con el Fondo Monetario solo como gobierno que en representación de un pueblo.

 

El kirchnerismo esta vez ni siquiera lo intentó. La pregunta es por qué.

No, no lo intentó. Porque están metidos en la dinámica de la pelea de aparatos, en la que la prioridad es reproducirse ellos. Y porque no han tenido la capacidad de aceptar errores y darse cuenta de que la matriz productiva era otra. Hasta el día de hoy Cristina apuesta a que la acepten. No la van a aceptar jamás porque es peligrosa. Y es peligrosa porque propone distribución de ingreso, cuando resulta imposible con esta matriz. Ni Néstor ni Cristina se dieron cuenta de que la matriz productiva los iba a estrangular y que había que cambiarla, porque no era cuestión de redistribuir chirolas con planes sociales sino de cambiar las reglas de juego de la inversión productiva del capital en Argentina. Y eso no lo hicieron nunca. Entonces hasta el día de hoy persiste el criterio de que en lugar de inversión productiva, sacar del bolsillo propio, lo que se pretende es que el Estado la ponga. Es un empresariado que depende de un Estado bobo. Y el kirchnerismo fue incapaz de darse cuenta de que ese Estado bobo lo llevaba a la muerte.

 

¿Cómo se entiende entonces la hipótesis Massa, que apunta precisamente a seducir a esos sectores empresarios que se aprovechan del Estado bobo?

Yo eso no lo veo mal, pero es una apuesta que fracasa de entrada si no movilizás a la base social.

 

Pero ¿no es al revés? Massa llega a ser hoy el rostro del peronismo precisamente porque se decidió no movilizar para ir a una alianza con los sectores dominantes.

Ese es el grave error. Escuchame, esto es una guerra: ¿por qué se van a aliar con ellos si no tienen fuerza? Lo que la movilización muestra es tu fuerza. Este gobierno nació con una huelga del campo, antes de que asumiera. No pasó nunca en la historia. Este gobierno permitió que la proscribieran a Cristina. Eso te muestra la debilidad brutal de Cristina y de nuestro movimiento progresista, hablando en términos más amplios incluso que el peronismo.

 

¿Vos pensás que la derrota en octubre es inevitable?

No, pibe, cómo voy a saber. No te olvides de que soy un bicho canasto: leo y ato cabos.

Destacadas
podcast de revista / quinta temporada / análisis geopolítico
Por Marco Teruggi
ir y ver / mala vendimia / estrategas del escabio
Por Nicolás Perrupato
podcast de revista / quinta temporada / análisis de coyuntura
Por Colectivo Editorial Crisis
podcast de revista / quinta temporada / análisis geopolítico
Por Marco Teruggi